En estas elecciones están en juego demasiadas cosas para que pensemos seriamente nuestro voto. Entre las diferentes circunstancias, destaca la voluntad de Morena por hacerse con mayoría calificada en el Congreso. No es únicamente que Morena compita, resulta que lo hace a través de otros partidos aliados. López Obrador apuesta fuerte por alcanzar esa mayoría que le permitiría poner una marcha más en una 4T que nadie sabe bien a bien en qué consiste, a qué aspira, qué propone. Hasta ahora la concentración de poder sólo arroja decepción y desolación. Desmantelar buena parte de los organismos independientes, desarticular contrapesos al gobierno, restar independencia al poder judicial con el beneplácito del Presidente de la Suprema Corte de Justicia, son las señas de un ejecutivo que fracasa estrepitosamente en lo referente al buen gobierno. La atención que le merece el ejercicio del poder contrasta enormemente con la paralización de políticas destinadas a mejorar la sanidad, la lucha contra el covid, el combate contra el desempleo, la activación de la economía, la disminución de la pobreza. Todos estos temas demuestran a un ejecutivo al que no le interesa precisamente la ciudadanía, que ha hecho a los mexicanos rehenes de una política destinada al culto del Presidente, reacia a involucrarse con responsabilidad en las cosas del ciudadano. Roger Bartra acierta al calificar a este gobierno de populista conservador, restaurador del nacionalismo mexicano de los años sesenta. México no progresa, involuciona de manera preocupante hacia su pasado.

Morena se presenta como agente de esta regresión, cómplice de un gobierno incompetente. La mayoría calificada sólo atraerá la implementación por vía de urgencia de unas medidas que acelerarán esa vuelta al pasado. Incapaz de levantar la voz con excepciones, imposibilitado de plantarse frente a López Obrador, incompetente para proponer políticas acordes con las necesidades del país, Morena es cómplice del estado de cosas. No faltan aquellos partidos que prefieren su bien particular por encima del general. La mayoría de Morena en el Congreso es una amenaza demasiado cercana y definitiva como para no pensar seriamente el sentido del voto. Si López Obrador a través de Morena consigue mayoría en el Congreso para modificar la Constitución, modificarán la Constitución. Asistiremos a un autoritarismo sin precedentes en la reciente democracia. Como siempre con López Obrador, entregado a la mentira y el embaucamiento, el riesgo de una reelección presidencial es absoluto. El tema no es menor. López Obrador no es Francisco I. Madero, ni Lázaro Cárdenas, es sólo un político borracho de poder que participa de su orgía a su partido.

Las posibilidades de que Morena y sus aliados se hagan con la mayoría no son escasas. En frente, tienen a unos partidos de oposición que abdicaron desde 2018 del mandato recibido por los ciudadanos, más interesados en sus negocios que en el país. Si Morena finalmente se hace con mayoría calificada de escaños, se deberá en buena parte a la negligencia e irresponsabilidad de la oposición. Por donde se le mire, el panorama no es alentador. De cualquier manera, la importancia de estas elecciones está fuera de toda consideración. México se juega muchos, los mexicanos nos jugamos demasiado para no reflexionar a fondo nuestro voto.

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