Con cinco casos confirmados, el covid-19 enciende las alarmas en México. Hay que reconocer la información puntual y rigurosa transmitida por Hugo López-Gatell día con día. El Secretario de Salud, profesional y acucioso, ofrece todo tipo de explicaciones. Desde luego, la información no combate el virus, pero comunica confianza. Se agradece. Es curioso, da la impresión de que la seriedad y lo escrupuloso de las explicaciones es en sí misma una vacuna. Al remitirnos a sus palabras, parece que todo está controlado, que apenas hay posibilidad de imprevistos, que no hay margen para la improvisación. Pero un virus es incontrolable. Algo en lo que López-Gatell insiste a diario. También hay que reconocer su franqueza y su sinceridad que están en el origen de la confianza que transmite. Él dijo desde el principio que en algún momento llegaría el coronavirus a nuestro país. Ni se engañó, ni nos engañó. Diferente fueron las declaraciones de Andrés Manuel López Obrador al afirmar que el sistema sanitario nacional era de los más sólidos y competentes del mundo.

Desde hace semanas la crisis del sector salud ocupa primeras planas y abre los noticieros. No sólo no llegan los medicamentos a los lugares que los requieres, se abandona a niños enfermos de cáncer, sino que se administran medicinas carentes de certificación. Se antoja que no es un sistema de salud muy sólido, ni siquiera sólido, sino en vías de descomposición. Claro, a lo mejor AMLO tiene otros datos. Pero la diferencia entre el titular del ejecutivo y el secretario de salud es elocuente. Es la distancia existente entre una persona que sabe de los que habla y otra que ignora todo sobre la materia. La distinción no termina aquí, va más allá. El rigor y conocimiento de quien sabe transmite confianza; el optimismo antropológico de quien no sabe lo que dice induce al recelo y a la sospecha. La verdad siempre genera empatía, independientemente del asunto; la exageración oportunista sólo fomenta escepticismo y rechazo. López Obrador, a la hora de referirse al covid-19, haría bien en leer sin apartarse un milímetro de lo consignado alguna tarjetita escrita por López-Gatell. Parece evidente que su “espontaneidad” en este ámbito sólo crea desorientación, inseguridad y confusión.

En apariencia, los protocolos se aplicaron en orden a lo establecido por la Organización Panamericana de la Salud y la Organización Mundial de la Salud. La implementación mereció al gobierno mexicano un par de palmaditas de aliento y ánimo por parte de ambas instancias. Pero las palmaditas tampoco sirven para combatir la infección. Se comenta que la vacuna estará disponible a principios de 2021. Lo cierto es que el virus se extenderá y probará el sistema público de salud mexicano. Otra consecuencia ligada a la salud comprobará el estado lamentable de la economía mexicana. Todo indica que las consecuencias económicas que acarree la crisis del covid-19 pueden ser incalculables. Como en el asunto anterior, también llega esta crisis a profundizar en otra previa derivada de la incompetencia del ejecutivo en este sector.

De momento el coronavirus sirve para mostrar como los especialistas informan con esmerado cuidado y como lo hace un diletante. Si en el gabinete hay gente profesional y competente, ¿por qué no son ellos los que se hacen cargo de la información según su ámbito?

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