Irma Eréndira Sandoval

antes que nada es la esposa del misógino John Ackerman . Uno entiende que con la autoestima por los suelos no desaproveche ocasión para decir tonterías. La estupidez no depende siempre de quién la expresa sino que es inherente al dicho. Cuando Andrés Manuel López Obrador comenta que la “pandemia viene como anillo al dedo”, informa una gansada. La misma frase en boca de Sandoval, además de una gansada, es franca declaración de lambisconería y servilismo y sometimiento voluntario al hombre. No sorprende, lleva años educada en el desprecio y ninguneo. Se entiende entonces que sus palabras contradigan sistemáticamente sus acciones. Este martes, en un evento del Instituto Nacional de Acceso a la Información, arremetió en contra del periodo neoliberal. Ese mismo periodo en el que el matrimonio Ackerman-Sandoval, Sandoval-Ackerman, se hizo con quince casas según exhibió Carlos Loret de Mola. Llama la atención que todavía no haya devuelto esas propiedades y más que ni siquiera se plantee hacerlo. Por lo visto lo del neoliberalismo de la 4T se aplica según los casos.

Irma Eréndira Sandoval es una ciudadana que no mide el significado de sus palabras, ni sus consecuencias. Seguramente tenía en mente cuando pronunció “como anillo al dedo” las cien mil muertes de mexicanos a causa del coronavirus. La observación no es menor. Indica que las muertes, el dolor y el sufrimiento no le interesan lo más mínimo a condición de seguir ocupando un puesto de relumbrón vinculado a una política de adoctrinamiento en que ella y su marido son excepción. Tampoco parece que le preocupen particularmente los millones de desempleados que ha traído la pandemia. Al fin, ella tiene quince casas gracias al periodo neoliberal. No es descartable que este desprecio a la realidad que padecen los mexicanos se deba a que sigue acumulando inmuebles esta vez a causa de la 4T. “Como anillo al dedo” viene esta temporada a los millones que han cerrado sus negocios, que han quebrado sus empresas, a las madres y padres que han renunciado a sus trabajos para atender a sus hijos que no van a las escuelas, a los cines y restaurantes, bares y tienditas con las cortinas bajadas, a la imparable pobreza, a un país por momento fantasmal azotado además por la inseguridad. “Como anillo al dedo” quizás le viene a Sandoval la pandemia puesto que le permite decir tonterías con absoluta impunidad. Ni siquiera tiene gracia, menos aún empatía.

Pisotear a los muertos, ofender a los vivos. En una democracia decente “como anillo al dedo” vendrían estas palabras para que Andrés Manuel López Obrador, Presidente de la República, pidiera la renuncia inmediata de Irma Eréndira Sandoval. De hecho, vendrían “como anillo al dedo” para que ella misma presentara su dimisión. La señora ha dado demasiadas pruebas de que, no ya la función pública, sino una asociación de vecinos o de padres de colegio le queda demasiado grande. Ante la situación actual de México, es ofensivo que la señora pronuncie nada. “Como anillo al dedo” nos vendría que estuviera callada, que renunciara a insultar, ofender y agraviar. A un funcionario público hay que exigirle decencia y responsabilidad. Sandoval parece no tener ni la una ni la otra. En caso contrario, ya se habría ido a cualquiera de sus quince propiedades para impulsar desde allí la lucha de clases a condición de no perder la clase.

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