Las alianzas de partidos hacia el 2021 dan para todo tipo de especulaciones. Hay quienes las apoyan, quienes las critican, a quienes les resultan indiferentes. Al Presidente Andrés Manuel López Obrador le incomoda la alianza entre PAN, PRI y PRD, pero le satisface la de Morena, PT y PV. Da la impresión de que se asume como el dueño de las alianzas, acreditando las que le convienen y descalificando las que le estorban. Algo semejante sucede en los partidos que promueven las coaliciones electorales. Militantes panistas, priistas, perredistas han decidido darse de baja de sus partidos por una unión de intereses que consideran antinatural. Lo mismo se aprecia en la izquierda que no es izquierda entre Morena y PT. Caso distinto del Verde que es lo que haya que ser mientras la alianza les beneficie. Las alianzas parecen signos de estos tiempos en que los partidos, renunciando a sus principios, apuestan por desplazar o afirmar las mayorías en el Congreso. La batalla no reside ya en el mejor programa y las políticas adecuadas para cada distrito en que se eligen a los representantes, sino en evitar que gane el otro. Más que una contienda política parece un partido de futbol en la primaria.

Con todo, las alianzas ya se han hecho y sobre ellas se planearán las estrategias de campaña. Dos choques de trenes. Se echa en falta saber cómo se dispondrán dentro de las alianzas los programas de los candidatos de cada bloque. Llama la atención que las propuestas ni siquiera hayan aparecido, cuando la democracia se juega a partir de los mejores programas. Omitir este hecho fundamental revela la decadencia de la democracia mexicana. Quizás puede justificarse aduciendo que la situación es la que es, pero no parece que sea un argumento suficiente como para relegar el compromiso de los partidos con la sociedad. La sociedad pasa a un segundo plano. Lo significativo es ganar por ganar utilizando a los mexicanos como piezas en un tablero al servicio de los intereses de las dirigencias de los partidos. No es sólo pragmatismo es también un claro aviso de lo que representa la sociedad para los partidos políticos. La deshumanización de la política tiene consecuencias en democracia que no sólo se dirimen en los costos políticos de la alianza perdedora. Sólo falta que la alianza de PAN-PRI-PRD pierda en el 2021, en este caso se enterrará cualquier posibilidad de rehacerse como opción para el 2024. Por eso se echan de menos programas y propuestas que puedan revitalizar a los partidos en caso de derrota.

Las alianzas son sólo alianzas, pero mal entendidas o establecidas pueden tener efectos desastrosos para los partidos coaligados, mayores en el caso del centro derecha. Si los partidos que la integran han sido incapaces de presentarse como una oposición eficaz después del 2018, todo indica que no podrán reconstituirse hacia el 2024. No son ningún misterio las causas de su inoperancia. Sin embargo, además del pragmatismo, sería conveniente que mostraran programas ajustados a las necesidades de los ciudadanos. Lo importante son los mexicanos, sus condiciones de vida, sus circunstancias, sus necesidades. Prescindir de lo relevante no es opción. Las alianzas deben servir para algo más allá de los intereses de la clase política. Ese algo más justifica la democracia.

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