El arresto del General Cienfuegos y su posterior exoneración ilustran algunas de las tensiones en la opinión pública mexicana. Dos percepciones muy arraigadas entre los ciudadanos entraron en colisión: por un lado, la excelente imagen del Ejército y por el otro, la corrupción de las autoridades, en especial la de sexenios precedentes.

Como institución, el Ejército goza de un posicionamiento inmejorable en la sociedad mexicana. Encuesta tras encuesta ratifica que, junto con la familia, es una de las instituciones mejor valoradas. Ni siquiera la guerra contra el narcotráfico, y todo lo que ella implica, ha hecho mella en su imagen. Los datos más recientes de INEGI, por ejemplo, indican que 40% le tiene mucha confianza y 45% algo de confianza para un total de 85% de opiniones favorables (ENSU, septiembre 2020). Los magros resultados en materia de seguridad tampoco han impactado a la institución: 84% piensa que el ejército es muy/algo efectivo.

La corrupción de las autoridades es también una idea muy arraigada entre la ciudadanía. Históricamente ha sido el talón de Aquiles de nuestros gobiernos y la llegada al poder del presidente López Obrador se debe en parte a la corrupción del gobierno anterior. El discurso presidencial, además, ha reforzado esta percepción, amén de que casos como el de Emilio Lozoya (y sus ramificaciones) respaldan las palabras del mandatario.

Estas dos creencias entraron en conflicto con el arresto del general Cienfuegos. A juzgar por los resultados de algunas encuestas (Reforma y El Financiero), la opinión pública se inclinó rápidamente por la condena al exsecretario de la Defensa: siete de cada diez entrevistados lo percibieron como culpable o manifestaron su acuerdo con la captura. La sempiterna sospecha sobre nuestras autoridades triunfó sobre la imagen positiva de los hombres de verde olivo.

En ese sentido, la exoneración del General va a contrapelo de la percepción pública. Puede, además, constituirse en un tema “cuña”, es decir, en un tema que divida a la base de apoyo del actual gobierno. Para muchos militantes de izquierda el Ejército no es aliado natural. Por el contrario, para la izquierda latinoamericana, y un buen número de simpatizantes del actual gobierno abrevan en ella, el Ejército es por razones obvias el enemigo a vencer.

Esta tensión ha aflorado en las declaraciones de voces emblemáticas del lopezobradorismo. Algunas de ellas descartan de antemano la inocencia del General Cienfuegos y piden rinda cuentas por los casos de Ayotzinapa y Tlatlaya. Cuando el gobierno federal defiende al exsecretario entra en conflicto con un ala del lopezobradorismo que nunca ha visto con buenos ojos al Ejército. La tensión puede disminuir si el tema Cienfuegos desaparece de la agenda pública, pero también se puede avivar si el gobierno estadounidense reitera sus acusaciones. En el futuro inmediato este será sin duda un tema de impacto en la opinión pública nacional.

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