Diversas encuestas publicadas recientemente registran apoyo a las medidas que ha tomado el gobierno del presidente López Obrador para enfrentar el coronavirus. El respaldo es amplio, por lo menos de dos terceras partes de los encuestados (Buendía & Laredo, El Financiero, Covarrubias y Asociados). Esto sorprendió a algunos porque anticipaban que el público castigaría la forma errática en que el presidente abordó inicialmente la epidemia de coronavirus.

En un primer momento, el presidente minimizó la epidemia, continuó con sus giras e invitó a la población a abrazarse y a seguir asistiendo a eventos y lugares públicos. Encuestas como la del periódico Reforma reflejaron el descontento ciudadano con esa actitud. Incluso la mayoría (56%) demandó acciones más enérgicas por parte del gobierno para frenar al coronavirus (Reforma, 6 de abril). En ese primer momento, la población castigó la falta de acciones por parte del gobierno federal.

Pero con el establecimiento de la primera cuarentena, del 30 de marzo al 30 de abril, más el resto de las medidas que le acompañaron, el mensaje gubernamental ya fue el de un gobierno que toma cartas para frenar la epidemia.

Independientemente de si se está de acuerdo con ellas, o con el registro de contagios y defunciones, o el número de pruebas, lo cierto es que la demanda de acciones enérgicas fue satisfecha. Hoy, el apoyo a la cuarentena se mantiene: siete de cada diez entrevistados aprueban su extensión al 30 de mayo (Buendía y Laredo, El Financiero). Incluso en la encuesta de El Financiero realizada a la mitad de la primera cuarentena, el 65% de los entrevistados todavía pide acciones más enérgicas como prohibir salir de casa. Para los ojos ciudadanos, el gobierno pasó de la inacción a la acción en la batalla contra el coronavirus.

Sin embargo, el respaldo a las medidas sanitarias no significa respaldo en otras áreas. Tradicionalmente la gestión presidencial es mejor evaluada en salud y educación y fuertemente criticada en los ámbitos de la economía y la seguridad pública. Estos ya registraban un deterioro importante antes del coronavirus, arrastrando a la baja La aprobación presidencial.

La reactivación económica puede ser el talón de Aquiles de la administración. Mientras el público demanda apoyos para empresas y ciudadanos, el gobierno dobla la apuesta manteniendo sus proyectos emblemáticos. La conciencia de las disyuntivas, a qué se le debe dar prioridad en un contexto de recursos escasos, todavía no está presente en la opinión pública. Sin embargo, las disyuntivas pueden activarse políticamente con facilidad. En la encuesta de Buendía y Laredo, por ejemplo, 71% de los ciudadanos considera que en este momento se debe apoyar económicamente a las PYMES y no a Dos Bocas. En la medida que la recesión se agudice y la crisis se materialice en la mesa de los hogares, la población tendrá más intolerancia hacia proyectos que en la actual circunstancia considera secundarios.

El apoyo a las medidas sanitarias del gobierno federal tampoco significa que este jugó bien sus cartas. Una crisis de esta naturaleza es una oportunidad inmejorable para unir al país: gobierno, oposición, empresarios y ciudadanos trabajando de la mano para enfrentar a un enemigo común. Eso no ha ocurrido. Continúa el énfasis en las diferencias ideológicas, partidistas. El presidente mismo ha abdicado de cualquier pretensión a buscar el consenso: ha señalado que solo buscará apoyar al 70% de la población. La figura presidencial no une sino divide.

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