Ayer se conocieron cifras revisadas de la evolución de la economía mexicana. Está estancada. En los primeros 9 meses de este año la economía no creció, lo que en términos per cápita significa un retroceso. En materia de seguridad pública, la violencia sigue en un nivel altísimo y la percepción de inseguridad abruma a los ciudadanos. A pesar de ello, y de las discrepancias que arrojan diversas encuestas, los niveles de aprobación de AMLO son muy positivos. Los datos menos favorables apuntan a que cerca de seis de cada diez mexicanos respaldan actualmente su labor.
Las tendencias de la aprobación presidencial durante este primer año sugieren varias lecturas. En primer lugar, sí ha habido un desgaste en la popularidad presidencial. En el poll of polls de Oraculus.mx , la aprobación de AMLO al inicio de su gobierno fue de 77% y actualmente es de 67 por ciento, mientras que la calificación negativa creció de 16 a 28 por ciento. Actualmente hay una tendencia a la baja después de varios meses de estabilidad, pero se requieren más encuestas para estimar la magnitud del impacto de las crisis de seguridad pública (Culiacán, LeBaron) en la aprobación presidencial.

En tiempos normales se espera que el estancamiento económico y la inseguridad pública afecten el respaldo popular al presidente. Hoy, los mexicanos ven con pesimismo la situación económica del país: 45% cree que está peor que hace un año y solo 16% piensa que está mejor (INEGI, octubre 19). Aunque en menor grado, su situación económica personal también la consideran desfavorable: 27% cree que está peor que hace un año, 20% mejor y el 54% dice que no ha cambiado. En línea con lo anterior, también son pesimistas en cuanto a las posibilidades de comprar ropa, zapatos y electrodomésticos. En síntesis, la evaluación del presente es negativa.

Pero en este momento muchos mexicanos al parecer no utilizan el presente, o el pasado, como indicador de lo que vendrá. Ello puede deberse a una postura de exoneración, es decir, los problemas que aquejan al país son heredados. Asuntos como la corrupción o la pobreza fácilmente encajan en esta perspectiva exculpatoria. Son problemas ancestrales que, además, nadie espera se resuelvan en el corto plazo. Incluso en el tema de combate a la delincuencia y narcotráfico, donde la estrategia de “abrazos, no balazos” cuenta con apoyo minoritario, el presidente López Obrador puede sostener convincentemente que el alto nivel de violencia es heredado. Corrupción, inseguridad y pobreza, entonces, pueden catalogarse como problemas cuyo origen se remonta a otras épocas o administraciones.

La economía es harina de otro costal. México ha tenido un débil crecimiento económico por años, pero crecimiento al fin. El estancamiento económico, además, puede atribuirse a medidas tomadas por el actual gobierno, ya sea la cancelación del nuevo aeropuerto o al subejercicio del gasto gubernamental. Los mexicanos, sin embargo, tampoco ven las malas cifras económicas como un aviso de que el futuro será todavía peor. Si 45% de los ciudadanos cree que la economía está peor que hace un año, solo 30% piensa que la economía del país estará peor dentro de 12 meses. El porcentaje de pesimismo económico es todavía más bajo al hablar de la economía del hogar: solo 19% de los mexicanos cree que en un año la economía familiar estará peor. Por el contrario, 39% piensa que estará mejor.

Más allá de que algunos ciudadanos estén más optimistas por considerar que su bienestar económico depende de circunstancias personales, y no nacionales, esta brecha entre el optimismo personal y el optimismo nacional puede deberse a la expectativa de que la política social del presidente López Obrador los beneficiará. El razonamiento sería el siguiente: “hay programas de apoyo para gente como yo, por lo que no importa si hay estancamiento económico”. Los masivos programas sociales para adultos mayores o para jóvenes ofertados durante la campaña y el primer año de gobierno pueden ser la fuente de este optimismo. En su análisis del perfil del optimismo económico publicado en Oraculus.mx, Javier Márquez encuentra que los jóvenes dominan el segmento de mayor optimismo.

La interrogante es cuánto tiempo se puede mantener está gran brecha entre realidad y expectativas, en qué momento se agotará el recurso de culpar al pasado por la situación presente. Problemas como corrupción, desigualdad y pobreza se ajustan perfectamente a este discurso exculpatorio, pero la economía y la seguridad pública son dos temas que por lo general son competencia del partido en el poder. El tema económico, además, se sustenta en la expectativa de que el bienestar personal mejorará en el futuro cercano. En última instancia, la economía y la seguridad se evaluarán a partir de resultados. Lo que no sabemos es cuándo ocurrirá esto.

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