Una dominación tan larga y profunda, como la de la ideología de la revolución mexicana, se convierte en parte de la vida cotidiana, hay hasta una manera de abrazarse.

Siempre fui contreras, una buena parte se la debo a mi papá, por su liberalismo juarista, su admiración al progreso gringo (lo que a la postre me vacunó contra los soviéticos); la otra parte es de piel, no soporto la simulación.

Cuando triunfó Fidel, me embrujó su discurso liberal-democrático de La Historia me absolverá: esta Revolución no es roja, ni azul, es verde olivo, porque el comunismo resuelve los problemas de la explotación, pero anula libertad…”

En nuestro Rancho Grande, como México no hay dos, repite fascinada la presidenta Claudia los ferrocarrileros, los maestros othonistas, los estudiantes camioneros, fueron mis grandes lecciones movimientistas.

Los priistas me parecieron siempre corruptos, gandallas y farsantes, los panistas mochos, los lombardistas tibios y los comunistas grises, aunque algunos muy valientes como Campa, Vallejo y, por supuesto, el maestro Othón.

Fidel se me cayó cuando apoyó la invasión a Checoslovaquia y después cuando el juicio a Heberto Padilla y no se diga a Arnaldo Ochoa, a los que hizo confesarse enemigos de la Revolución.

Confieso, hoy día de la Guadalupana, que no soy su devoto, me parecía horrible ver caminar a los peregrinos por avenida Cuitláhuac rumbo a la villita, muchos de rodillas, con espinas en las espaldas.

Confieso, presidenta Claudia, que he sido acusado de frívolo en el PC, por salirme de sus reuniones para ver un clásico Pumas vs Burros Blancos.

Confieso que el presidente Echeverría me acusó ser joven del coro fácil, que gritaba como agente de la CIA cuando lo impugné en su grosera invasión a la UNAM, aceptada primero por la buro (burocracia del PC) que luego hizo a Raúl Moreno su chivo expiatorio.

Confieso que nunca apoyé a Lucio Cabañas cuando gestionó una entrevista con el criminal Rubén Figueroa y luego le dijo “está secuestrado”. Fue un gran error que Echeverría vengó arrasando y quemando pueblos, con los vuelos de la muerte y, para colmo, manchó a los que manejaron la lana que pagó por su rescate.

Confieso que nunca me convenció la vía armada, siempre fui refor.

Confieso que jamás entendí a las decenas o centenas de militantes de grupúsculos maoístas y del PCM que se volvieron salinistas.

Confieso que considero imprescindible la existencia de una república con tres poderes autónomos y la libertad absoluta de prensa, radio, TV, redes, de reunión, de manifestación que la presidenta Claudia considera golpismo blando y por ello se dedica a acusar a sus críticos, como es mi caso, de ser parte de una campaña de la derecha internacional.

Confieso que fui a la marcha del 15 de noviembre para impedir que el Zócalo esté prohibido a los disidentes como en la época de Díaz Ordaz y Echeverría, donde el gobierno de Sheinbaum usó un grupo semejante a los halcones, puso en estado de Sitio al centro histórico con vallas metálicas y usó a los granaderos, luego dijo que los manifestantes golpeados eran imágenes de inteligencia artificial.

Confieso que es humillante el acarreo que usa su gobierno, su partido, con la misma estructura del charrismo.

Confieso que la oligarquía no solo no ha desaparecido, sino que está cada vez más millonaria y tiene a su servicio a los gobiernos de la Cuarta Transformación.

Confieso que la partidocracia es una porquería que tiene el control de todos los partidos registrados, empezando por el PAN.

Presidenta Claudia deje de mentir, su falso izquierdismo, su castrismo puede terminar llevando a la victoria a la ultraderecha de Salinas Pliego (electoral o por otros medios).

@joelortegajuar

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