La rebelión feminista contra la violencia, por los derechos de las mujeres y como respuesta a la insensibilidad gubernamental, le está dando un inédito vuelco a la vida nacional.
Casi simultáneamente a las movilizaciones multitudinarias del domingo y del paro nacional “Un Día sin Mujeres”, irrumpieron las informaciones sobre la caída en los precios internacionales del petróleo y la consecuente devaluación del peso, lo que sumado a nuevos casos de coronavirus, el incremento de la violencia criminal y la inseguridad en amplias zonas de la República, constituyen focos rojos que indican que el país se perfila hacia una posible situación caótica, acentuada porque el gobierno de López Obrador insiste en minimizarlos o, de plano, ignorarlos, encerrándose en una esfera de arrogancia e insensibilidad.
Las mujeres mexicanas, con sus ya históricas movilizaciones, han trasladado el eje de la agenda nacional a la demostración de su importancia en la vida de la sociedad, “visibilizándose con su ausencia”, paralizando las actividades y sacudiendo las conciencias en gran parte del territorio.
El reclamo de múltiples agrupaciones de mujeres ante el aumento de feminicidios y la exigencia del establecimiento urgente de protocolos de protección, junto a la definición de una estrategia para prevenir, erradicar y castigar la violencia machista en todos sus ámbitos y el castigo severo a los feminicidas, tuvo como respuesta la descalificación y la negativa a escuchar las voces que fueron creciendo hasta convertirse en un grito de rebeldía nacional. Arrogancia, sordera e insensibilidad por parte de un gobernante incapaz de admitir que está equivocándose.
AMLO pretende ocultar su conservadurismo y autoritarismo afirmando que él “no es feminista, sino humanista”. Ya muchas académicas y defensoras internacionales de los Derechos Humanos y de las causas de las mujeres han demostrado que “el humanismo” así concebido busca ignorar la enorme desigualdad existente entre mujeres y hombres y, por tanto, la necesidad de establecer estrategias específicas para superarla y avanzar hacia la igualdad sustantiva entre ambos géneros. El movimiento de las mujeres no es conservador ni manipulado por los adversarios políticos de López Obrador. El verdaderamente conservador es él mismo.
No entender eso es lo que justificadamente ha generado la protesta de las mujeres, quienes condenaron actos de violencia durante la marcha del domingo, los cuales parecen haber sido auspiciados y protegidos por el gobierno.
Si a lo anterior agregamos los problemas ya señalados, que han provocado la caída de las bolsas de valores, aunados al nerviosismo de los inversionistas por la inseguridad jurídica y las erróneas decisiones del gobierno que han llevado al estancamiento, el panorama nacional adquiere tonos críticos.
Estamos en una situación de emergencia, ante lo cual la sensatez aconsejaría hacer un alto en el camino, revisar las estrategias, convocar a los diversos actores del quehacer nacional y tomar juntos nuevas decisiones. Ojalá y el presidente cambiara de actitud y escuche, pero me temo que no lo hará; al contrario, parece decidido a continuar y profundizar su errónea línea de comportamiento.
Por eso mismo, debemos hacer votos por que el sorprendente movimiento de las mujeres tenga continuidad, profundice y consolide el necesario giro de la vida nacional que ya las hizo visibles. La historia que valientemente han empezado a cambiar tiene el derecho de plasmarse en un país nuevo y mejor, especialmente para todas ellas.
Por su parte, las oposiciones tienen el deber de responder al reto planteado por esta revolución cultural feminista, acompañarlas sin reservas y contribuir a apagar estos focos rojos mediante la elaboración de una agenda básica común que nos permita actuar conjuntamente desde ya y con miras al 2021 para detener la degradación antidemocrática y autoritaria que amenaza con consolidarse y que está llevando al país al abismo.
Exdiputado federal





