A casi dos años de este gobierno, siguen presentándose eventos que confirman una y otra vez que el proyecto político del Presidente López Obrador no es el de mejorar la vida democrática de México ni la calidad de la existencia de sus habitantes y ciudadanos. Por el contrario, su agenda lesiona instituciones, reglas, libertades y derechos que han sido conquistados en una larga lucha contra el exacerbado poder presidencial, que ha sido perjudicial para el país.

En los prolegómenos del sexenio, parecía exagerado advertir que su posible llegada al poder nacional significaría un retroceso antidemocrático e, incluso, hubo quienes creían que entraría en razón y no cometería locuras.

En este espacio, he hablado ya de que se escuchaban peligrosos “pasos de dictadura” ante decisiones tomadas con el argumento de acabar con un pasado al que ha caracterizado, según su ramplona narrativa maniquea y binaria, como totalmente malo.

Para él, su triunfo se dio gracias a sus atributos y no, como consecuencia de un proceso de luchas sociales y políticas que, paulatinamente, fueron venciendo al autoritarismo presidencial y abrieron el sistema político mexicano hasta convertirlo en uno de efectiva competencia política democrática donde se reconocieron a cabalidad los derechos de la gente.

Pero hoy, queda claro que la “cruzada” del Presidente no es para nada contra el neoliberalismo, el conservadurismo, la mentira o la corrupción, fenómenos que —hoy— se fortalecen bajo el manto de una transformación fársica.

Su afán es el de minimizar hasta anular la democracia liberal y representativa porque le estorba para culminar la instauración de su hegemonía, que tiene como característica esencial, la restauración del modelo autoritario con nuevas modalidades.

Por ello, por increíble e irracional que parezca, ha decidido extinguir 109 fideicomisos que le permitirán concentrar casi 70 mil millones de pesos en recursos adicionales para disponer de ellos sin controles y en total opacidad.

No importa que, con ello, afecte el desarrollo científico nacional, se paralicen programas de investigación esenciales, así como a prestigiadas instituciones de educación superior, con lo cual —adicionalmente— politiza la investigación al reservarse la facultad de decidir a quiénes apoya su gobierno y qué se investiga, como sucede en regímenes dictatoriales.

Tampoco le importa afectar a los creadores, a la juventud, a los defensores de derechos humanos y a periodistas víctimas de violencia, como tampoco desaparecer recursos para el deporte ni la cultura que permitirían disminuir la violencia creciente en el país; o el Fonden y el fondo para atender enfermedades crónico-degenerativas.

Sólo le interesa seguir concentrando recursos para destinarlos a sus caprichosas obras faraónicas, y financiar sus clientelas que le garanticen votos con los que pueda vencer a un electorado cada día más inconforme.

En este contexto, no debe perderse de vista cómo la mayoría de ministros de la Corte se doblegó frente al poder presidencial al decidir someter a consulta popular, la aplicación o no de la justicia. Ahora también el Poder Judicial se concentra en el Ejecutivo.

Así, contrario a lo que señala la Constitución, todos los poderes del Estado se depositan de facto en uno solo: El Ejecutivo, como sucede en las dictaduras.

Todos estos son hechos reales, no elucubraciones ni resultado de falsas acusaciones. Son claros signos de dictadura, a la mexicana, pero dictadura al final de cuentas.

Nuestra débil democracia está en riesgo de muerte, está muriendo y no lenta sino aceleradamente.

Ante este preocupante panorama, urge crear un amplio frente democrático entre todas las fuerzas políticas y sociales, así como los sectores y personalidades de la sociedad civil que comparten estas preocupaciones y estén dispuestos y dispuestas a sumar voluntades y capacidades para defender libertades, derechos y las bases esenciales de nuestra República democrática.

México es más grande que el poder de un pretendido dictadorzuelo. La unidad no es “contra AMLO” o “contra Morena”, sino en favor de México y su gente.

Presidente nacional del PRD

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