Cuando un gobierno nacional abdica de su esencial responsabilidad, que es proteger y dar seguridad a la población, nos encontramos ante un Estado Fallido.

El de López Obrador, al decir que no confronta a los delincuentes con la Guardia Nacional porque los integrantes de los grupos armados “también son seres humanos”, se asume como un gobierno fracasado, reconoce que no tiene el monopolio de las armas, que hay otros grupos que imponen su ley en amplias franjas del territorio nacional -incluyendo la facultad de recaudar dinero de los contribuyentes- y que la población no tiene el elemental derecho a recibir seguridad para sus vidas y bienes.

Eso se conoce como un Estado Fallido, porque es la ausencia del Estado en espacios que ocupa y aprovecha la delincuencia.

A eso hemos llegado en México en medio de la paradoja de una creciente militarización en todas las áreas de la vida nacional y del quehacer público, bajo el argumento de que las fuerzas armadas son incorruptibles y que protegerán mejor a la sociedad, que evitarán retrocesos de su falsa “cuarta transformación”.

De la militarización, hemos pasado al militarismo, un militarismo “sui géneris”, “a la mexicana”, con un comandante supremo de las Fuerzas Armadas de carácter civil.

Además, esta peligrosa evolución hacia un Estado fallido es el resultado de la oprobiosa alianza del gobierno de Morena con el crimen organizado para ganar elecciones en varios estados de la República, como se pudo demostrar el 2021, fenómeno que varios analistas han retomado en los últimos días.

La recrudecida violencia de las últimas semanas, con ejecuciones masivas, feminicidios y alarmantes cifras de desaparecidos, se explica porque los grupos delictivos reclaman su cuota de poder, sabedores de que fueron factor indispensable para los triunfos de Morena en Sonora, Sinaloa, Nayarit, San Luis Potosí, Zacatecas, Guerrero y Michoacán. Por eso imponen su ley retadoramente, impunemente, humillando al Ejército mexicano, como hemos visto ya en varios estados mientras el Ejecutivo desvía a nuestros militares hacia el sector de la construcción, en sus obras faraónicas.

Esto evidencia otro rasgo esencial de la descomposición de este proyecto gobernante: son narco-gobiernos estatales arropados, postulados y protegidos por un narco-partido, Morena, propiedad del presidente de la República.

Este preocupante escenario se da al mismo tiempo que se han acentuado los ataques al INE y a la pluralidad política con una regresiva propuesta de reforma electoral, en medio de 6 procesos comiciales estatales en curso, así como la gira del presidente a países de Centroamérica y Cuba acompañado de los secretarios de la Defensa y Marina, sin una justificación pública elemental.

Esto último ha dado pie a la idea de que, con la presencia de los altos mandos militares mexicanos en esta gira, se esté iniciando un proceso de intercambio de experiencias de los militares cubanos sobre el control de disidencias internas en las instituciones armadas, así como para el control social de posibles brotes de inconformidad y movilizaciones populares con miras al 2024, por el fundado temor gubernamental de perder las elecciones presidenciales y no quieran aceptar los resultados.

A ese mismo propósito estaría orientada la innecesaria contratación de 500 “médicos” cubanos que vendrían más a una labor política que de salud en zonas marginadas, ya que es falso que en México no contemos con los suficientes médicos capacitados y con vocación de servicio social.

Las elecciones del próximo 5 de junio estarán bajo presiones del uso electoral de los programas sociales, las amenazas de su desaparición si Morena no gana, así como de la inyección de recursos financieros de grupos delictivos, provenientes principalmente de Tamaulipas, blindados por el delincuente Mario Delgado a la cabeza, como ya se ha denunciado penalmente.

Ya la violencia y la guerra sucia han comenzado en Quintana Roo. Puede aparecer pronto, más visiblemente en Tamaulipas, Durango y Oaxaca.

Corremos el riesgo de elecciones de Estado con nuevas modalidades en este escenario de un Estado Fallido. López Obrador no está dispuesto a aceptar su derrota y hará todo lo posible por evitarlo.

Del lado democrático, deberá hacerse todo lo necesario para frenar el tránsito a una dictadura.

Presidente Nacional del PRD


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