La concentración gobiernista en el Zócalo capitalino el 18 de marzo, no fue para conmemorar la Expropiación Petrolera decretada por el General Lázaro Cárdenas, sino para sentenciar que el proyecto autoritario del obradorismo tendrá continuidad más allá del 2024. Ese fue el contenido central del discurso del autócrata de Palacio.

Para eso fue la movilización: Para decir a la sociedad civil y a las fuerzas opositoras que -desde el gobierno- harán todo lo posible para no perder las elecciones del 2024.

“No llegarán al poder, cueste lo que cueste; la continuidad ya está asegurada”. Y para ordenar a las huestes morenistas reforzar la estrategia de confrontación y polarización: “Nada de zigzagueos, ni de vacilaciones”, hay que aplastar a la oposición, no dialogar ni negociar con ella.

El desvergonzado derroche de recursos públicos por parte de la Presidencia y los gobiernos de Morena para pretender llenar el Zócalo de la CDMX —que nunca lució desbordado como sí ocurrió con la sociedad civil el pasado 26 de febrero— mediante de acarreos, pagos de pasajes, viáticos y hospedajes, y hasta amenazas de los falsos “servidores de la nación” de retirar los apoyos a los beneficiarios de programas sociales, además del uso del púlpito mañanero, para convocar al evento.

Todo fue absolutamente ilegal e inconstitucional, tanto por la promoción personalizada del primer mandatario como por el contenido de su discurso que usurpa la voluntad ciudadana en las urnas, pues ya se decidió por ellos que seguirán en el poder.

Al declarar que la oposición está derrotada, de antemano revela un lenguaje ominoso al declarar que no habrá elecciones democráticas en el 2024. Por esa razón quieren someter al INE, y por eso quieren utilizar en su momento a las fuerzas armadas para enfrentar al pueblo cuando la mayoría decida con su voto expulsarlos del poder político.

Subrayo: Es el lenguaje de un dictador que se desnudó como tal el pasado 18 de marzo, es la reminiscencia del viejo líder de la CTM, Fidel Velázquez, quien afirmaba que si el PRI había llegado al poder mediante las armas (la Revolución de 1910), sólo por las armas los iban a sacar. AMLO está convencido de que, después de “tanto que le costó llegar a la Presidencia”, de ninguna manera la dejará a los 6 años.

Su discurso es la ruptura con el legado de Francisco I. Madero del “sufragio efectivo, no reelección”, con el que combatió a la dictadura de Porfirio Díaz. ¡Al diablo el sufragio efectivo y las elecciones libres y democráticas! y también ¡al diablo con la “no reelección”! ya que AMLO se ha situado en lo que Daniel Cosío Villegas llamó: “La monarquía absoluta sexenal y hereditaria”, hace casi 80 años.

Este es el monstruo político al que nos enfrentaremos en Coahuila y el Estado de México en este 2023, y al que confrontaremos en el 2024.

La democracia, las libertades, derechos, y las instituciones de la República están en juego.

Cierto que la democracia no resuelve los problemas, pero es la mejor vía para lograrlo. Y si bien, es verdad que la democracia le cuesta a la sociedad para sostener al INE y al sistema de partidos, resulta mucho más costosa una dictadura: Sin libertades ni respeto al Estado de Derecho. Peor aún sería una dictadura que se alía con la delincuencia organizada para ganar elecciones, una narco-dictadura, propia de un Estado Fallido. A eso nos están llevando.

Si no hay respeto a las leyes y a la Constitución, ni seguridad para la mayoría de la población, entonces no habrá inversión, tampoco crecimiento económico ni empleos bien pagados, ni mejora en la calidad de vida de la gente.

Eso es lo que está en juego. Y no hay que permitir esa tragedia nacional, que ese juego nocivo y perverso continúe más allá del 2024. La fórmula es “unidad en la pluralidad” de quienes defendemos la democracia.

Presidente Nacional del PRD

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