Al cumplirse un año del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, se efectuaron dos actividades simultáneas: Por un lado, la celebración del Presidente en el Zócalo de la Ciudad de México y, por el otro, las marchas de las oposiciones políticas y civiles en el Ángel de la Independencia además de unas 30 ciudades del país, para manifestar su descontento. Dos visiones distintas de un México plural y diverso.

López Obrador, con una plaza llena de miles de seguidores y acarreados trasladados en más de 600 autobuses, así como muchos que llegaron por su propio pie, ensalzó los que considera sus logros, sólo presentes en el discurso, pero ausentes en la realidad, así como las reformas para que en 2020 el cambio se consolide y ya no haya, según su propio discurso, posibilidad de retorno al “neoliberalismo”. Sumado a ello, se dio un año más para “serenar al país” y lograr el crecimiento económico.

Por otro lado, el evento opositor más importante conjuntó a una gran cantidad de organizaciones de la sociedad civil, a militantes y simpatizantes del PRD, de la plataforma plural agrupada en Futuro 21, y del PAN.

Aquí convergieron muchas “izquierdas” y varias “derechas”; más de 100 mil personas que llegaron por su propia cuenta a protestar contra el gobierno de Andrés Manuel y a exigir seguridad, detener los feminicidios, cambiar la estrategia de combate a la delincuencia, democracia, respeto al Estado de Derecho y a la libertad de expresión, equilibrio de poderes y respeto a la autonomía del INE y de la CNDH.

Dos visiones distintas de un México plural, preocupantemente cada vez más dividido por la polarización impulsada desde el púlpito presidencial.

El Presidente que ofreció soluciones inmediatas a los problemas del país luego pidió 3 meses, después 6 y el domingo pasado 1 año más para dar los resultados esperados. Dice que las cosas van muy bien a pesar de que ese mismo día de “celebración” fue el más violento de su mandato y del que se tenga registro con 127 víctimas mortales y de que cerramos este 2019 con cero por ciento de crecimiento económico.

Un Presidente responsable, con tantos problemas en el país y la amenaza latente como espada de Damocles de Trump sobre México, estaría obligado a llamar a la reconciliación para lograr un gran acuerdo nacional.

En lugar de ello, continúa polarizando y refiere que la marcha del Ángel al Monumento a la Revolución “quitó las máscaras” a militantes de “partidos políticos conservadores vestidos de ciudadanos” que quieren ganar las elecciones del 2021. Los etiquetó como adversarios políticos, sin importar la justeza de sus demandas. Es la sordera e insensibilidad propia de los autócratas, de los gobernantes autoritarios de derecha, aunque se vistan de izquierda.

La multitudinaria marcha opositora tuvo la virtud de conjuntar, por primera vez, a la sociedad civil sin militancia partidista, organizada en múltiples redes y asociaciones, con militantes de partidos políticos opositores como el PAN (tradicionalmente identificado con la derecha) y el PRD (de la izquierda democrática) y agrupamientos políticos de la plataforma Futuro 21.

No fue sencilla esta confluencia tan diversa. La dicotomía, labrada durante muchos años de lamentables prácticas, entre sociedad civil y partidos, sigue pesando para caminar juntos.

Los partidos están pagando su cuota de errores del pasado reciente. La sociedad civil está aprendiendo a pactar con los partidos, aún con ciertos recelos; pero la realidad se ha ido imponiendo. La necesidad va creando el instrumento para la unidad virtuosa de los diferentes a partir de ir entendiendo que el bien de un México democrático, libre, de leyes, es la prioridad, y que los autoritarismos dictatoriales no deben tener cabida en nuestra realidad.

Por encima de todo, el interés mayor: México. El reto prioritario es acudir juntos en 2021 a la cita para cambiar la correlación y reorientar la vida del país.

Exdiputado federal

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