Por desgracia, todos los días el gobierno anuncia o toma decisiones que, para muchos, son contradictorias al interés superior de México. Varias se anticiparon desde antes de la elección de 2018, pero eso no les resta gravedad ni produce alivio. Al contrario, pues se dan en cascada, en una secuencia que a muchos causa angustia, y que, de continuar, se puede generar verdadero temor sobre el futuro del país.
Puede postularse que con la derrota de Culiacán se dio un “punto de inflexión” en el gobierno del presidente López Obrador. Con esto concluyó la primera etapa, de la cual los mexicanos hacemos un balance de aciertos y errores. Los primeros se nos restriegan a diario, y los segundos no existen desde la perspectiva de AMLO, quien ni los reconoce ni ofrece disculpas desde su trono de infalibilidad. Sus adláteres lo remedan. Debe reconocerse que durante esta primera etapa fue muy poco lo que pudimos contener o enmendar quienes no votamos por AMLO y Morena.
Para la siguiente etapa es imperativo tener claro el propósito: detener la destrucción de la democracia mexicana y sus instituciones. Una democracia donde se respete el voto; se preserve la separación de poderes; impere la ley; haya condiciones para que florezcan las actividades económicas y el empleo productivo; el bienestar mejore para todos, sobre todo para los más pobres; existan libertad de expresión y medios de comunicación libres; se respeten los derechos humanos; y, no se avasalle a quienes no piensan como el gobierno.
Ese debe ser el afán de todos como móvil central de la acción orquestada para salvar la democracia mexicana. En esa campaña los intereses individuales, gremiales y de grupo deben subordinarse a los de la sociedad. Hasta ahora privan esfuerzos desarticulados de los defensores de nuestro sistema democrático. Los planteamientos responden a intereses gremiales o muy puntuales. El Consejo Coordinador Empresarial y el Consejo Mexicano de Negocios están atrincherados tras el argumento de “no confrontar” y de “tender puentes”. Esa posición ya no los satisface ni a ellos. De no ser por Gustavo de Hoyos de la Coparmex, los empresarios hubieran estado ausentes durante esta primera etapa del gobierno de AMLO. Podría entenderse que su comportamiento resulte de priorizar la defensa de sus negocios e intereses patrimoniales. Lo que no es sostenible es que permitan una secuencia de violaciones de la ley y acciones de AMLO que conspiran contra el Estado de derecho, que es consustancial a la democracia e indispensable para sus negocios. ¿Cuánto tiempo más durará este frágil “equilibrio” en el cual el gobierno se burla de ellos sin que reparen?
En esta nueva etapa es necesario concitar un apoyo más amplio para los medios de comunicación y para los comentaristas críticos. Hasta ahora se ha tolerado todo: cambio de estaciones, depuración de los repertorios de columnistas y comentaristas, lineamientos de los directivos a conductores de noticias acerca de los contenidos y sus balances informativos. Es incipiente la inconformidad, preocupación y hasta temor gremial por los ataques mañaneros a ciertos medios, y por las descalificaciones de aquellos interlocutores que se atreven a levantar la voz. Sí, se va sintiendo miedo, que provoca contención y autocensura. Cada vez más es necesario acudir a medios internacionales para encontrar planteamientos informados y críticos hacia López Obrador. Qué lamentable.
En esta etapa, la coordinación debe darse para apoyar a los 40-50 senadores que han metido el hombro para contener acciones con claros daños para las instituciones de nuestra democracia y para contener un control político aún mayor al que ya tienen el Presidente y Morena. Por sí mismo el triunfo de AMLO en las urnas hubiese traído desconsuelo para muchos (26 millones de mexicanos no votaron por él), pero debido a la sobrerrepresentación en el Congreso tienen 61.6% de las curules, en comparación con una votación de 43.6%, lo que generó un avasallamiento político que angustia a muchos. Por eso, en esta segunda etapa, es central la acción orquestada de todos para evitar que se repita una sobrerrepresentación avasallante. Ese es el primer objetivo instrumental para 2021, tarea que corresponde a los partidos políticos, pues de no lograrse, podría anticiparse el triunfo de AMLO y Morena en la elección de 2024. Se requiere unificar visiones, objetivos y criterios ya.
Presidente de GEA / StructurA