El análisis de la situación económica y política de México a raíz de la pandemia, la caída del precio del petróleo, y otros factores, ha enfrentado múltiples obstáculos, que han hecho muy difícil preservar el hilo de una reflexión lógica y estructurada.

Como causales de esta difícil realidad, se señalan la crisis de salud, aquella derivada de la sana distancia, la que resulta de la recesión internacional (exportaciones, remesas, turismo, migración, etc.), la gestada por el impacto del colapso del precio del petróleo, el deterioro financiero de Pemex y de las finanzas nacionales, entre otras. Se apunta también el ambiente interno deteriorado por desconfianza y decisiones de política acorde con los objetivos de la administración de Morena.

Esos señalamientos son incompletos y por eso erróneos, pues en lo fundamental lo que México padece es una crisis sin precedente en su proceso de toma de decisiones. Los principales elementos de la prognosis y propuestas de soluciones indican que, si bien hay un amplio grado de coincidencia acerca de la situación y de las prescripciones de política, destaca una notable excepción: AMLO.

No es que los mexicanos no sepan qué hacer, sino que, una persona crítica y esencial para el proceso de articulación de las estrategias, el presidente López Obrador, no coincide ni está de acuerdo, y que, dadas las condiciones políticas actuales, eso es suficiente para descalificar propuestas y, por tanto, bloquear múltiples iniciativas a pesar de que cuentan con consensos.

La discusión sigue concentrada en repasar, hasta el cansancio, detalles de diversas opciones y modalidades de estrategias y acciones de gobierno que existen para contener la pandemia y aminorar el daño económico colateral de las medidas que se han adoptado en ese sentido (además del petróleo). Se elude el asunto central: los mecanismos de toma de decisiones se encuentran atascados, en mucho debido precisamente al propio Presidente de la República.

Vivimos una democracia con un sistema presidencial muy afianzado, y deseamos superar esta crisis en democracia. Si el sistema de gobierno en México fuera distinto, digamos un régimen parlamentario, y el país hubiese vivido una experiencia como la de los últimos meses, el gobierno ya hubiera caído. Aquí eso no sucede, ni sucederá. Entonces, ¿cómo salir de esta crisis sin precedente, preservando nuestra democracia?

Algunas precisiones son necesarias. Entre las causas por las que se traba la toma de decisiones destacan: insuficiente conocimiento y entendimiento de la realidad por parte de los liderazgos gubernamentales y no gubernamentales; deficiente transparencia de los mecanismos de información y de los procesos de toma de decisiones, por lo que los liderazgos pueden tomar medidas “en lo oscurito”, sin que otros actores sociales cuenten con información para contribuir al proceso; fracturas entre los principales agentes que toman decisiones; elusión de decisiones de fondo, al caer rehén de minucias y distractores; y, no seguir los principales pasos de todo proceso racional de toma de decisiones: i) precisar la decisión a tomar; ii) reunir información relevante, lo que exige escuchar la opinión de los colaboradores; iii) valorar la evidencia, aportada por los hechos, la ciencia y la técnica; iv) identificar alternativas viables y efectivas; v) elegir entre opciones, entendiendo las implicaciones y riesgos; vi) actuar en concordancia con la decisión: ser eficaz en la instrumentación; y vii) evaluar los resultados de la decisión.

Ahí es donde está atorado México, por esa causa identificada con una persona: el Presidente de la República. Esto constituye un nudo político desconocido hasta ahora, que no se resolverá ni con un “Consejo Económico Permanente”, ni con locuacidad ni con soberbia, que muchos quisieran desatar, pero que nadie sabe cómo.



Presidente de GEA Grupo de Economistas y Asociados / StructurA

Google News

TEMAS RELACIONADOS