El país vive una de las etapas más peligrosas de un gobierno populista. A su inicio, al cambiar las formas de gobernar, adoptar una comunicación populachera machacona, al darse una creciente concentración de decisiones, acciones autoritarias, entre otras cosas, buena parte de la ciudadanía se preocupa y alarma. Después, conforme esas prácticas van repitiéndose y extendiéndose, la ciudadanía empieza a “acostumbrarse”, a verlas como algo normal, y pierde el sentido de preocupación y alarma. Eso está sucediendo hoy en México, en prácticamente todos los ámbitos de la vida nacional.

Ya no sorprende que leyes contrarias al sentido común y al interés nacional sean aprobadas de madrugada en las cámaras, con una oposición arrollada por Morena. Ya no sorprende que exista un grupo de proselitistas de Morena que medien cada vez más la relación entre el gobierno y la población. Ya no sorprende que millones de niños no asistan a clases presenciales, permanezcan en casa con clases “remotas” (en el mejor de los casos) y se conviertan en una pesada carga para sus padres, ahora también maestros. Ya no sorprende que militares uniformados sean quienes tomen la temperatura a los pasajeros en los aeropuertos.

No sorprende que cotidianamente, el Presidente de la República arremeta contra medios de comunicación y periodistas. No sorprende que el número diario de fallecimientos por Covid no disminuya sustancialmente. No sorprende que a diario se reporten masacres de grupos ciudadanos, como en Tonalá.

No sorprende que se agrave el deterioro del sector energía: Pemex perdió 347 mil millones de pesos en 2019, y 481 mil de millones de pesos en 2020, un aumento de 38%. No sorprenden los apagones ni pérdidas millonarias en la Comisión Federal de Electricidad. No sorprende que se multipliquen los incumplimientos de contratos por parte de organismos públicos, y que desemboquen en tribunales. No sorprende que la Suprema Corte se haya convertido en la instancia para resolver iniciativas y entuertos de política.

Ya no sorprende que México esté cada vez más desconectado del mundo. No sorprende que se cancelen proyectos y no repunte la inversión, ni que gobiernos y empresarios se miren con recelo. Parece normal que las dependencias de gobierno carezcan de recursos suficientes para su desempeño, que no haya medicinas ni vacunación eficiente, que estén condenadas a una austeridad aniquiladora. Peor aún, parece normal el grado de la confrontación política entre mexicanos, el encono entre grupos, y la creciente polarización social.

Pero no es normal. Los mexicanos debemos alertarnos mutuamente de que este estado de las cosas no es normal, y convencernos de que es posible una cotidianeidad distinta, mejor para todos, como la que priva en otros rincones del globo. No es normal y no puede considerarse así, pues eso sería falso y podría interpretarse como claudicar ante el estado actual de las cosas, por demás alarmante e inestable. Es deseable llegar a la elección de junio próximo con esa conciencia y visión, para que lo que no es normal deje de parecerlo.

Presidente de GEA Grupo de Economistas y Asociados / StructurA

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