Algunos de los cambios de México en lo político, lo económico y lo social durante los últimos lustros, en especial el último, son profundos y duraderos. Eso cambia de raíz los términos como se relacionan los diversos integrantes del país. Por décadas, el núcleo de las relaciones fueron personas e instituciones en lo individual que, cuando mucho, se aglutinaban en “corporaciones”. Eso trajo consigo una manera de coexistir y también de gobernar al país. El empaquetamiento corporativo funcionó, pero se agotó.

El efecto de las tecnologías de información hizo posible interrelacionamientos efectivos y en tiempo real. Ahora los individuos “sociales” interactúan directamente, en sus términos, constituyendo lo que puede denominarse conglomerados societales. Surgen dos incógnitas principales. La primera es la manera como cada uno de estos conglomerados define sus reglas y los términos como se rige a sí mismo. Segunda, la manera como esos conglomerados interactúan y coexisten. En específico, hoy pueden postularse diez conglomerados principales: i) gobierno; ii) empresariado; iii) trabajadores; iv) sociedad civil; v) iglesia; vi) magisterio; vii) crimen organizado; viii) fuerzas armadas; ix) gobernadores y x) medios de comunicación. Estos conglomerados también interactúan intensamente con el exterior. Así, cada uno está en constante evolución, redefine sus intereses y su fuerza relativa respecto a los otros. También se dan alianzas entre éstos, cuya temporalidad varía.

Esta reflexión es útil, pues en México, a partir de 2019, está en curso un cambio trascendental y simultáneo de relaciones entre varios conglomerados. Impulsado por el actuar de la 4T, la interlocución entre el gobierno y los empresarios cambió de raíz, se deterioró y fragmentó. Ahora se da cómo y cuándo el Ejecutivo Federal lo decide. Otro cambio de gran importancia es el que se ha dado entre el gobierno, la sociedad y el crimen organizado. Como conglomerado, este último penetra como la humedad al gobierno y a la sociedad, en términos que hace muy difícil identificar sus límites, pues está en todos los rincones y actividades del país; ya no se salva nadie. Algunos señalan una verdadera alianza (complicidad) entre los gobiernos y las organizaciones criminales, en términos muy diversos que responden a la idiosincrasia cultural y política de las distintas regiones del país.

La mutación más visible es la relación entre dos conglomerados: gobierno y fuerzas armadas. A partir de otorgarles más funciones, que antes correspondían al gobierno (civil) o a particulares se constituyó un conglomerado político-militar con una fuerza avasallante, independientemente de las dudas que surgen acerca de las capacidades de los militares para cumplir esas nuevas y múltiples funciones. Esto plantea una preocupación de fondo, debido a la relación previamente señalada entre gobierno y crimen organizado, reforzada por la abundante información y evidencia de relaciones entre las fuerzas armadas y las organizaciones criminales. Las filtraciones “Guacamaya” han disipado dudas benignas acerca de la relación entre los militares y los cabecillas del narco. No es clara la capacidad de ambos conglomerados (gobierno y militares) para blindarse de la penetración del crimen organizado. Su actuar conjunto da lugar a dudas sobre quién conduce esta alianza tripartita: ¿gobierno, militares, o crimen organizado?

México llegó a esta situación como resultado de lustros en los que una realidad convulsa y descontrolada rebasó al país, a todos los conglomerados. La transformación es tan profunda y perenne que modifica las bases mismas de nuestro pacto social fundacional. Solo Unid@s podremos construir una nueva democracia genuina, no autoritaria.

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Presidente de GEA Grupo de Economistas y Asociados / StructurA

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