El 2 de septiembre inició la serie de artículos “La otra Agenda”, motivado por la deplorable comunicación del gobierno, centrada en el evento “la mañanera”. El propósito fue poner sobre la mesa temas que no eran atendidos por la comunicación oficial, a pesar de su relevancia, o más bien quizá por eso, además “para contribuir a una agenda nacional menos parcial y, en el mediano plazo, para aportar al debate público que habrá de orientar propuestas de políticas públicas hacia la elección de 2024” (EL UNIVERSAL Septiembre 2). Sin embargo, continúa la ausencia sistemática de atención a las políticas públicas, que es indispensable para determinar hacia dónde va México, también el no debate de asuntos medulares de interés público.

La “agenda oficial” aborda temas o asuntos de segunda importancia, ocurrencias (avión presidencial), aporta información falsa (léase SPIN) y, más recientemente, crea mensajes e historias que desvían la atención de hechos o actos de corrupción, constituyendo una verdadera cortina de encubrimientos (ejemplos son España y la conquista, o sus empresas, Panamá, Perú), varios de esos se acercan cada vez más al presidente López Obrador y su familia. Sigue siendo válido que la opinión pública desea hablar del México que le interesa, del país que anhela y aspira, y al que la 4T no le permitirá acceder.

Al contrario, las últimas semanas han revelado que asuntos como la militarización del gobierno, el afianzamiento de la plutocracia, la profundización de la corrupción y rasgos paranoicos del presidente se agravan.

Cada día es más claro que la estructura y modalidad de la comunicación oficial es lo que es porque AMLO no tiene un programa de gobierno sobre el cual dialogar, sino solo un conjunto de aspiraciones, sin sustento orgánico ni programático. También se ha revelado que lo que sí tiene es una estrategia para acceder y permanecer el poder, sin saber para qué. Es difícil desarrollar una agenda sustantiva debido a que hay temas proscritos, que cada vez son más, que se refieren a todo cuestionamiento sobre sus visiones y acciones.

La semana pasada se quebró uno de los supuestos que subyacen la comunicación oficial de la 4T: que la ciudadanía se somete a los temas que establece el presidente cada mañana, que los escoge como distractores de temas sustantivos; a la trivialización de la legalidad como un asunto público central, a la imagen falsa en materia de seguridad pública, a los hechos de corrupción evidentes.

La “Casa Gris” logró reunir en Twitter Spaces a más de 60 mil personas para discutir ese y asuntos relacionados. La corrupción de la familia presidencial se ubicó en el centro de la tormenta mediática, y sus secuelas continúan, como si no se identificara el conflicto de interés. Al cuestionable modus vivendi de su hijo mayor, ahora se ha sumado información sobre las actividades de su segundo hijo, cuya red de negocios resulta cada día más extensa.

Prevalece un absoluto cinismo acerca de conflictos de interés, desde el Consejo Asesor Empresarial de AMLO (Alemán, Chávez, Gómez, Hank, Rincón, Salinas Pliego, Slim, Vázquez) hasta elementos de su cuerpo seguridad.

La credibilidad del Presidente está tan dañada que los senadores de Morena acuden a acusar de “traidores a la patria” a quienes no compartan o titubeen de sus convicciones pro 4T. Pero el hecho es que la gente ya no acepta temas que la distraigan de lo sustantivo.

Presidente de GEA Grupo de Economistas y Asociados / StructurA

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