Unos días de vergüenza para la política nacional a cargo de los principales partidos políticos. La filtración de conversaciones embarazosas del presidente del PRI, Alejandro Moreno, detonaron una avalancha de críticas generalizadas para su persona, que se sumaron a otras dudas añejas sobre sus capacidades o intención a la cabeza de ese partido. Las expresiones mediáticas de este evento dominaron la atención pública, sin que esto demerite la gravedad del suceso. Nueve expresidentes del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del PRI, y otros priistas connotados, se reunieron con Moreno para solicitarle su renuncia a la presidencia, y también que cancelara sus aspiraciones para competir por la candidatura presidencial de ese partido. El método para elegir a la presidencia y secretaría del CEN lo define el Consejo Político Nacional (CPN), a través de una de las siguientes opciones: a) elección directa por la base militante. b) asamblea de consejeras y consejeros políticos. c) asamblea nacional. Sin embargo, el titular del CEN forma parte del CPN, por lo que tiene amplia influencia en la decisión y lo convierte juez y parte.

Lo insólito de esa reunión fue que Alito, como se le conoce, aceptó “retirar” su precandidatura a la Presidencia, pero rechazó dejar la presidencia del PRI. Una rebeldía institucional prácticamente sin precedente. Los distinguidos priistas entraron y salieron sin nada entre las manos y, como buen caradura, Alito dijo e hizo cosas por las que cualquiera se avergonzaría sin inmutarse, lo que causó una gran decepción entre numerosos cuadros del PRI y la sociedad civil.

Casi simultáneamente (el domingo 12) Morena hizo un evento magno en Toluca, motivado por el propio AMLO, con el propósito de mostrar la fortaleza de su partido e iniciar los trabajos en búsqueda de la gubernatura del Estado de México (4 de junio de 2023). La movilización fue importante como expresión de fuerza de ese partido. Al evento lo denominaron “Unidad y Movilización para que siga la Transformación”, y abarcó el anuncio de que en un año se hará la convocatoria para la primera encuesta que definirá a los finalistas a la candidatura presidencial en 2024, la convocatoria a los aspirantes al Estado de México para definir su candidato hacia finales del próximo mes, y el anuncio de un Congreso Nacional en septiembre para “actualizar sus documentos básicos”; una agenda administrativa y pobre, propia de un correo electrónico. El mensaje principal fue de unidad hacia 2024, pero el contenido de las intervenciones de quienes se dirigieron a los asistentes (las “corcholatas” por haber sido destapados por AMLO) fue pobre y reiterativo del discurso de Morena. Resultó evidente la carencia de planteamientos programáticos y el vacío del discurso de sus liderazgos.

A esto se añade la exigencia del saliente gobernador panista de Aguascalientes (entidad que retuvo la gubernatura) de que Marko Cortés renuncie a la presidencia del PAN, por sus malos resultados electorales.

La crisis del sistema mexicano de partidos sorprendió por su tiempo y gravedad, sacudiendo el pensar de muchos sobre su rol en la sucesión de 2024. Es difícil conceptualizar esa sucesión con partidos tan débiles, con tan poca autoridad moral y tan alejados de la ciudadanía, como los que quedaron después de esa semana. Es un problema mayor que requiere un control de daños urgente, a consideración de todos quienes queremos que la próxima elección presidencial sea potente.

Presidente de GEA Grupo de Economistas y Asociados / StructurA

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