Turlupín fue un famoso actor de comedias y farsas en la Francia del siglo XVII; tan famoso que se inventó la palabra turlupinatura y, en francés, la de entourloupette para denunciar una mala broma, una comedia hecha para engañar. Es lo que hizo, hace más de diez años, quién se encuentra en una cárcel en Nueva York, nuestro famoso Genaro García Luna, cuando movilizó la televisión para “una mala broma al estilo mexicano”: el arresto teatral de la francesa Florence Cassez y del mexicano Israel Vallarta. Señalé, en aquel entonces, en esta misma columna, lo inverosímil del engaño.

Pues, resulta chiquita la farsa de don Genaro frente a la que organizó el gobierno de Enrique Peña Nieto, un día de julio de 2014. Aquella noche, comparecieron en todos los canales televisivos las más altas autoridades policiacas y judiciales de la Federación, en compañía del gobernador interino de Michoacán, para anunciar la liberación de unos 600 niños y el arresto de la bruja, conocida como Mamá Rosa, que, supuestamente, los tenía presos, explotados, abusados en su rancho “La Gran Familia de Zamora”, Michoacán. La prensa internacional recibió la noticia ampliamente documentada que se publicó desde Le Monde, El País, New York Times hasta el Osservatore Romano y los diarios de Hong Kong. Un golpe mediático maestro.

La intervención del gobierno, en forma de asalto militar, al edificio de la Gran Familia, en el corazón de Zamora, se hizo con el ojo puesto en los medios, por la situación tan revuelta de Michoacán: un gobernador interino apenas estrenado, después de la renuncia de un gobernador cuyo hijo estaba comprometido con el crimen organizado por los “Caballeros Templarios”, un comisario recién nombrado por el presidente para controlar el caos michoacano (Alfredo Castillo). En esos mismos días, el presidente Barack Obama había pedido por teléfono a su homólogo mexicano controlar el enorme flujo de menores centroamericanos que saturaban todos los albergues fronterizos.

Dos pájaros de una pedrada: “nosotros cuidamos a nuestros niños” (“liberando” a las víctimas de la Gran Familia) y a la “Seguridad y Desarrollo Integral de Michoacán” (tal era el título rimbombante del Comisario Castillo).

Por eso la operación tenía que ser espectacular, al grado de hacer palidecer a don Genaro, director del pretendido arresto televisivo de Florence Cassez: la Gran Familia estaba apenas custodiada por un viejo guardia, sin embargo, desplegaron tanquetas para cerrar la avenida principal, fuerzas especiales disfrazadas de ninjas escalaron los muros del establecimiento, mientras que helicópteros sobrevolaban la zona. Los zamoranos juraron que se trataba de capturar a La Tuta, el enemigo público número uno de Michoacán. Pues, no.

Se trataba de capturar a Rosa Verduzco, Mamá Rosa, 80 años, la fundadora de la Gran Familia, inventándole una serie espeluznante de crímenes supuestamente cometidos contra sus niños y adolescentes, con la complicidad de varios de sus trabajadores. Todo este ejercicio fue acompañado de una cobertura mediática escandalosa. Mucha gente quedó convencida de que Mama Rosa era una bruja y que el gobierno había, por una vez, bien actuado. El gozo se fue pronto al pozo. A escala nacional, vino lo de Ayotzinapa, a escala menor, el gobierno tuvo que desistir de sus acusaciones contra Rosa Verduzco. Para salvar las apariencias, la declaró “demente senil”, incapaz de controlar los desmanes (supuestos y hasta la fecha no comprobados) de sus colaboradores. Eso sí, después de tirar a la calle a todos los jóvenes de 16 años para arriba, y dispersar a los demás en la más total improvisación, se saqueó y destruyó todo, hasta pianos y violines, y se puso un letrero “Cerrada por crimen organizado”.

Florence Cassez pasó años en la cárcel y fue liberada; Israel Vallarta sigue en la cárcel, sin juicio. Los cinco varones y la mujer de la Gran Familia esperan, desde julio de 2014, un juicio que no viene. Señor presidente, usted recibió alguna información y fue sensible al caso, al grado de que pidió a su colaborador darle seguimiento con Olga Sánchez Cordero. Ella recibió hace poco a la hermana de Israel Vallarta y le prometió asesoría. ¿Sería mucho pedir que haga la mismo para los seis presos de la Gran Familia?


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