El “divino georgiano” (Lenin dixit, alguna vez), de internacionalista, especialista de la “cuestión nacional”, pasó a ser, durante la Gran Guerra Patriótica (1941-1945) un gran nacionalista ruso. En su famoso brindis del 24 de mayo de 1945 exaltó al pueblo ruso como el “pueblo dirigente” de la Unión Soviética. El 2 de septiembre del mismo año, cuando los representantes de Japón firmaban su capitulación a bordo del acorazado estadounidense Missouri, todas las estaciones radiofónicas de la URSS difundieron el discurso del mariscal Stalin:
“La derrota de las tropas rusas en 1904, durante la guerra ruso-japonesa, había dejado dolorosos recuerdos en el espíritu del pueblo y una mancha negra que ensuciaba a nuestro país. Desde hace cuarenta años, nosotros, los hombres de la vieja generación, esperábamos este día. Y resulta que este día ha llegado (…) Dicho de otra manera, el sur de la gran isla de Sakhalin y las islas Kuriles pasan a la Unión Soviética y de aquí en adelante no serán una barrera entre la Unión soviética y el océano, ni una base de agresión japonesa contra nuestro Oriente Extremo, sino una vía de comunicación directa con el océano y una base protegiendo nuestro país contra la agresión japonesa”.
Hasta el 9 de agosto de 1945, Moscú había cumplido el pacto de neutralidad firmado con Japón que le había permitido concentrar todas sus fuerzas contra el invasor nazi. Stalin, después de la rendición del Reich el 9 de mayo, decidió atacar a Japón después del lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima. Desató la operación Tormenta de Agosto el mero día de la bomba atómica sobre Nagasaki. En veinticinco días, su ejército penetró profundamente en Manchuria y Corea del Norte y desembarcó en las islas mencionadas en el discurso del 2 de septiembre. Los americanos se apuraron en ocupar el sur de Corea: cinco años después empezaría la guerra de Corea que no ha terminado aún.
El discurso de Stalin es impresionante, porque celebraba Tormenta de Agosto como una revancha histórica cuando, en la URSS de 1945, a nadie le importaba la derrota de 1904-1905. Es más, cancelaba todo lo dicho por los revolucionarios, desde 1905, contra una guerra imperialista y colonialista del zarismo reaccionario. El mismo Stalin, en su Historia del Partido Comunista de la URSS, publicada en 1938, definía la guerra ruso-japonesa como “un conflicto entre rapaces” fomentado por “la gran burguesía rusa que buscaba nuevos mercados”, al final del cual el gobierno zarista había recibido un castigo bien merecido, porque esperaba con esa guerra “parar la revolución”. En aquel entonces, Stalin tenía 25 años, fomentaba una huelga en Bakú y atentados revolucionarios en su Georgia natal. Con los años, todos cambiamos. Stalin, el amo indiscutido de la URSS, cambió, más aún después de la victoria contra el Reich. Para él, la URSS continuaba la obra del imperio y quién gobernaba debía proseguir la obra de sus predecesores, los zares.
Alexander Gogun, historiador ruso en exilio en Berlín, acaba de publicar (en ruso) Fin del mundo planificado. Cómo Stalin preparaba la tercera guerra mundial (Produmannoe svetoprestavlenne. Kak Stalin gotovil…). La guerra de Corea fue suspendida a finales de julio de 1953, cuatro meses después de la muerte de Stalin. De no haber muerto en marzo, ¿hubiera seguido la guerra? ¿hubiera sido la antesala a una tercera guerra mundial? No me atrevería a decirlo, pero es lo que hace Alexander Gogun después de consultar a no sé cuántos archivos. Pone en perspectiva hechos aparentemente desconectados como el inicio de la guerra fría, el bloqueo de Berlín, la hambruna de 1946-1947 en la URSS, la campaña antisemita contra los “cosmopolitas sin raíces” y la guerra de Corea. No menciona la contestación de Stalin al dirigente del partido comunista francés, Maurice Thorez que había pasado la guerra en Moscú; a la caída de Berlín, Thorez fue a felicitarlo y un Stalin gruñón le contestó que el zar Alejandro había llegado hasta París… Gente de Putin declaró hace poco que “parecen hacernos caso sólo cuando nuestras tropas entran en París o Berlín”; el 1 de diciembre, Putin precisó: “Si Europa quiere la guerra, la tendrá, estamos listos”.

