Las pandemias acaparan la atención y el dinero, por la angustia general que causan; sin embargo, la lucha tenaz contra enemigos mucho más letales, pero olvidados por su cotidianeidad, es la verdadera prioridad. La vacuna contra la viruela fue consolidada en 1796; la extinción de la misma, con programas autoritarios de vacunación, tardó cerca de dos siglos. Había esperanza de acabar, de la misma manera, con el sarampión, la enfermedad más contagiosa que sea, con una vacuna muy eficiente; lástima, cundió entre intelectuales y artistas el rumor (fake new) de que la vacuna provocaba autismo. El resultado es que, hasta la fecha, el sarampión mata e invalida gente; la Ciudad de México sufre, en este momento, un brote de sarampión. Es aberrante, si uno piensa que esa vacuna, además de inmunizar contra el sarampión, reduce la mortalidad infantil causada por la tosferina, neumonía y malaria. Cuando escucho, en mi medio social y cultural, jóvenes de 30 a 40 años (para mí son jóvenes) decir que se niegan a vacunar a sus chiquillos…

Malaria: después de la segunda guerra mundial, se lanzó, a escala planetaria un programa de erradicación de los zancudos, agentes de la infección. Recuerdo haber visto, en 1962, en México, las casas en las zonas de paludismo con el registro de aplicación del DDT; la campaña tuvo un gran éxito, pero fue abandonada a fines de los años 1960, lo que provocó un repunte de la mortandad. Hasta el año 2000, esa temible plaga mataba 850,000 personas cada año. Nuevos intentos, con nuevos métodos, lograron rebajar esa cifra a 450,000, pero, desde 2016 la malaria volvió con fuerza, incluso regresó a Europa, entrando por Grecia, país en crisis económica total y abrumado por la oleada de refugiados del Medio Oriente.

En 2018, la OMS anunció que, por primera vez en diez años, el número de personas infectadas había crecido: 220 millones en 2017. Comentó que iba a ser imposible cumplir con el programa de lucha, porque “los financiamientos mundiales para controlar y erradicar la malaria representan menos de la mitad de los fondos necesarios”. Que, desde 2014, las inversiones habían disminuido, precisamente en los países más afectados, los africanos. Que las metas establecidas eran razonables; en cambio, hacía falta la voluntad política y la movilización internacional. Urgen nuevos tratamientos, frente al surgimiento de resistencias a la medicación tradicional. Por cierto, hay que saludar a la Fundación Bill y Melinda Gates que mantiene su gran apoyo a la lucha.

¿Vacuna contra la malaria? Es la gran esperanza, pero no ha sido fácil. En 2015, la Agencia Europea de Medicamentos aprobó la primera, que tiene eficacia muy parcial. En 2017, una vacuna experimental logró efectividad en un pequeño grupo, pero, decía la revista Nature, aún debía probar su eficacia en poblaciones africanas, las más vulnerables. Hace un año, en abril de 2019, empezó la primera campaña de vacunación masiva. 360,000 niños de Ghana, Kenia y Malawi han recibido la vacuna que tiene una eficacia de un 40%, lo que es poco, y es mucho, porque la malaria es “uno de los principales asesinos de los niños africanos”, en palabras del director del Programa Mundial de la Malaria de la OMS, Pedro Alonso.

La vacuna se administró en cuatro dosis a menores de dos años, tres dosis entre cinco y nueve meses, la última a los dos años. Por eso habrá que esperar hasta finales de 2021 para tener los resultados. Mientras, las investigaciones siguen en marcha para entender por qué la eficacia no rebasa el 40% y preparar vacuna de la segunda generación. Una tarea interminable y fabulosa. A lo largo de la historia, las enfermedades y los hombres no han dejado de luchar. Hoy, la mayoría de las víctimas se encuentran entre los más pobres y si bien las plagas no distinguen entre ricos y pobres, contra lo que dijo un tal Barbosa, nos recuerdan que un verdadero sistema de salud debe proteger a todo el mundo.

Grave daño colateral causado por Covid-19: el 24 de marzo tuvieron que, por evidente razón, parar los programas de vacunación masiva. Un solo ejemplo: 78 millones de niños tendrán que esperar por meses la vacuna contra el sarampión. (Science, 10 de abril 2020).



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