En 1978 publicaron en Francia un denso estudio intitulado “La evolución de las actitudes religiosas en Occidente”. Llama la atención la palabra “Occidente”. ¿Qué es eso? “El espacio que va de la Grecia a California y de Portugal a Laponia”, contesta el primer texto. “Los países occidentales, Europa y los Estados Unidos”, precisa un segundo estudio, 41 años después (Etudes, septiembre 2019). Para ellos, América Latina no es Occidente, cuando hace mucho (1964) que Pierre Chaunu dijo que es un Extremo Occidente, como China es un Extremo Oriente. En 1978, el analista de los sondeos planteaba lo siguiente: los países occidentales forman un conjunto de países cristianos que pasan a ser países post cristianos. Constata, sin atreverse a hablar de “descristianización” o “secularización”, el hecho comprobado del abandono progresivo de muchas prácticas religiosas tradicionales, acompañado del abandono de ciertos elementos de la fe. La disminución de las vocaciones sacerdotales era un claro indicador de crisis. Al mismo tiempo, surgían nuevas formas de religión, cristiana (los evangélicos) o no. Fracaso de las Iglesias, tanto la católica como las protestantes, para controlar la pulsión religiosa, pero, permanencia inesperada de la religión.

¿Qué dice Guillaume Cuchet, autor del artículo en Etudes? Los sondeos muestran un fuerte aumento de los “nones”, especialmente entre los jóvenes. Se pregunta si es un fenómeno nuevo –no parece conocer el estudio de 1978– o si es el resultado de una tendencia más antigua. En el siglo XIX, Francia, a diferencia de los otros países “occidentales”, había conocido corrientes antirreligiosas bastante fuertes. El fenómeno actual, mucho más importante, no es especialmente antirreligioso, tampoco anticlerical, con todo y los escándalos de pedofilia y abusos sexuales. Es masivo, pero no significa que Dios haya muerto, menos aún que los dioses hayan muerto. Quizá asistimos al regreso de los dioses (dice Jean Meyer).

¿Y las cifras? apuntan un cambio generacional importante: 55% de los jóvenes entre 16 y 29 años, en Europa en general, se dicen sin religión; en Francia 23% se dicen católicos, 2% protestantes, 10% musulmanes y 64% sin religión. El récord lo tiene Suecia con 75% de “nones”. Inglaterra: 70%. Ahora bien, si mezclamos a todas las generaciones, en promedio, los europeos se declaran cristianos en 71%. La diferencia entre las generaciones es lógica, si uno ve que el 80% de la joven generación de los “nones” no ha recibido educación religiosa en su infancia, es decir, es un fenómeno de segunda o tercera generación: los padres se dicen cristianos, pero no han transmitido nada a sus hijos, por lo menos a partir de 1965-1968. En Estados Unidos el fenómeno es mucho más reciente, empieza entre 1990 y 2000, después del boom evangélico de los años 1970-1980. Es la primera generación de “nones”.

Víctor Hugo, en su testamento de 1885, decía: “Rechazo la oración de todas las Iglesias; pido una oración a todas las almas, creo en Dios”. Muchos de los “nones” podrían hacer suyas estas palabras. Los humanos buscamos siempre algo para entender y ordenar el caos de la vida cotidiana, y más aún en los tiempos presentes de cambio acelerado e inestabilidad. Los años 1960-1970 fueron los de “New Age” y “Acuario”. Según la Asociación de Psicología Americana, 62% de los estadounidenses se decían (noviembre de 2019) estresados por el clima político de su país. A la hora del coronavirus ha de haber subido al 100%. Los “nones” han dejado de ser religiosos en el sentido institucional, de afiliación a una iglesia, no han dejado de ser espirituales.

Historiador

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