En las elecciones municipales francesas, la novedad es que los verdes ganaron el control de las principales ciudades y si no ganaron París, es que la socialista Anne Hidalgo, al sentir el cambio, adoptó el programa de los defensores del medio ambiente. El presidente Macron, al ver la derrota de los suyos, se volvió inmediatamente verde y anunció la realización de dos referéndums sobre las medidas necesarias. En varios países de Europa, los verdes cobran peso político y en el mundo, hasta la pandemia, la gente se manifestaba a favor de una nueva política energética. ¿Será suficiente para conseguir un futuro verde?

Los científicos no han logrado convencer a varios dirigentes de los países más poblados del mundo, entre los cuales se encuentra México, de la urgencia de aplicar y rebasar los acuerdos de París, para limitar el recalentamiento. Tienen otros datos y les vale que en el Antártico la temperatura haya subido tres grados desde 1950: un recalentamiento tres veces más rápido que en el resto del planeta. Los estudios manifiestan que las concentraciones de dióxido de carbono en la atmósfera alcanzaron un nivel récord. ¿La última vez que eso había ocurrido? hace tres millones de años. “Es la primera vez que como especie, como Homo sapiens, hemos llegado a 400ppm. De modo que nadie, ninguna cultura, ningún humano puede explicarnos como enfrentar este gran reto”, advierte el director del Instituto Chileno del Antártico, Marcelo Leppe (Financial Times, 29 febrero-1 marzo 2020).

Nuestro Presidente y sus colaboradores en cuanto a política energética han de tener otros datos, porque, en lugar de entrar en la transición, ciertamente larga y nada fácil, que nos llevaría a un futuro verde, optan tercamente a favor de las energías fósiles, petróleo, gas y carbón. Solo les falta regresar a la época del carbón de leña… Alguien dijo que renunciar al petróleo es como renunciar al tabaco; para algunos adictos es impensable, luego imposible; a la mayoría, les cuesta mucho, pero siempre se necesita la voluntad de cambiar. El petróleo contribuye en 34% al consumo mundial de energía; el carbón, en 27% y el gas natural en 24%; además, el petróleo está omnipresente en nuestra vida cotidiana, en la pintura de nuestras casas, en los detergentes, en los barnices industriales o de belleza, en los miles de usos del plástico, en la industria textil, los muebles, la electrónica… En este año de Covid-19, ha de bajar el consumo de petróleo, pero no tardará en volver al nivel de 2019: 100 millones de barriles por día, cuando, en 1985, era de 61 millones. El reto que nos espera es mayúsculo: para limitar el recalentamiento a 2C, habría que conseguir, para 2040, una reducción del consumo a 67 millones de barriles por día. Los verdes son mucho más ambiciosos —y poco realistas— al pedir la reducción a 10, antes de lograr la eliminación total de las energías fósiles. Lo que es seguro, según la Agencia Internacional de Energía, es que, si los gobiernos siguen el ejemplo del gobierno mexicano, en 2040, el consumo cotidiano llegará a 121 millones de barriles.

En el mejor de los casos, suponiendo una voluntad general de cambio, la transición tomará tiempo; no hay solución inmediata y barata a todo lo que implica; en la historia de la humanidad, pasar de una fuente de energía a otra ha tomado su tiempo, creo que casi un siglo para pasar de la leña al carbón y nunca terminamos de pasar del carbón al petróleo. Resulta que debemos, que es realmente deseable, realizar la nueva revolución energética en 30 años. El reto es inmenso. Debería pensarse como una nueva oportunidad, como una nueva frontera, el descubrimiento de un nuevo mundo. Antes de ir a Marte.

Historiador

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