Las ideas del presidente ruso, que le han sido sopladas por ideólogos al estilo de Alexander Duguin, y por eclesiásticos como el patriarca Kirill, son el resultado de una larga evolución que el genealogista puede llevar hasta el siglo XIX, con la primera camada de nacionalistas modernos. Putin pertenece a la última generación que es una temible caricatura de las anteriores, al grado de que sus discursos son muy semejantes a los de Hitler, en 1938 y 1939, antes de la invasión de Checoeslovaquia, para “salvar a nuestros compatriotas (los alemanes de este país) de la destrucción”. Putin justifica su “Operación Especial” para “salvar a nuestros compatriotas del genocidio” perpetrado por los “neonazis ucranianos”. Por cierto, la expresión “Operación Especial” es típica del KGB, el asesinato de Trotsky en México fue una “operación especial”.

Putin, que se ha proclamado “historiador en jefe de Rusia”, tiene una visión binaria del mundo: por un lado, una “civilización” que se confunde con “el mundo ruso” y su Estado, Rusia, en la cual incluye una Ucrania definida como inexistente; por el otro, una Europa (y los EU que son una extrema Europa) que, desde el siglo XIII, hace todo para quitar “la Pequeña Rusia” (Ucrania) a la Gran Rusia, porque sueña con destruir a Rusia. En sus discursos, Putin repasa la historia para demostrar que antes de los “neonazis” de Kyiv, estuvieron los nazis del europeo Hitler, los Aliados de la primera guerra mundial que llevaron a Rusia al derrumbe de 1917, la Europa aliada a los turcos en la guerra de Crimea (1853-1856), Napoleón, etc.

El 3 de abril de 2022, en el segundo mes de la Operación Especial, el “filósofo” Timofei Sergueitsev, uno de los “pensadores” del Kremlin, llevó el pensamiento de Putin a sus extremas y lógicas consecuencias en un largo manifiesto publicado por RIA Novosti, la agencia de prensa del gobierno “Lo que Rusia debería hacer de Ucrania”. No invento nada, pueden leer el original ruso y su traducción francesa en https://bit.ly/3rlQtGz Enumera de manera precisa y detallada todos los puntos necesarios para dar una solución final a la cuestión ucraniana. El 24 de febrero, Putin había prometido “desmilitarizar y desnazificar a Ucrania; Sergueitsev explica cómo, después de la asegurada victoria, lograr la “desnazificación, desucranización y deseuropeanización que el Estado desnazificador, Rusia, deberá aplicar en Ucrania durante, por lo menos, treinta años”.

“Hoy, la cuestión de la desnazificación de Ucrania entró en su fase práctica… Es un conjunto de medidas que se aplicarán a la masa nazi de la población, que no puede, técnicamente, ser directamente perseguida por sus crímenes de guerra… Hay que realizar una limpia total… Además de los dirigentes y altos grados, una parte muy considerable de las masas populares que son nazis pasivos, colaboradores del nazismo, es también culpable.

“La duración de la desnazificación no puede ser inferior al tiempo de una generación… La característica de la Ucrania nazi es su naturaleza amorfa y ambivalente que permite disfrazar su nazismo detrás de aspiraciones “a la independencia” y “a una vía europea de desarrollo” (en realidad de decadencia y degeneración).

“El Occidente global es quien concibe, propaga, financia el nazismo ucraniano… El ucronazismo no es menos peligroso para la paz y para Rusia que lo fue el nazismo alemán con Adolf Hitler”.

“La palabra ‘Ucrania’ no se podrá conservar para nombrar una formación administrativa enteramente desnazificada sobre el territorio liberado del yugo nazi. La desnazificación será, de manera inevitable, una desucranización”.

Semejante proyecto corresponde a la definición del “genocidio”, en su dimensión política y cultural, sin necesidad de exterminio físico, definición dada por Rafael Lemkin, en Madrid, 1933. Frank Chalk, uno de los fundadores del Instituto de Montreal sobre Genocidio y Derechos de la Persona, afirma que el proyecto de Putin sobre Ucrania merece ser calificado de “genocidio”.

Historiador en el CIDE