Así se llama el fabuloso librito del gran Jonathan Swift, un panfleto de actualidad cuando uno lee, por ejemplo: “Mi imaginación me remite a cierto gran hombre conocido por ese talento de la mentira política, y gracias a cuyo sostenido ejercicio debe su larga reputación de veinte años como la cabeza más hábil de Inglaterra para entender asuntos delicados”. Ponga Ud. “México” en lugar de “Inglaterra”, y siga leyendo: “La superioridad de su genio no reside más que en una inagotable fuente de mentiras políticas que con abundancia difunde con cada una de sus palabras y, con idéntica generosidad, olvida y contradice a la media hora. No considera si una proposición es verdadera o falsa, sino que le basta con saber qué conviene en el presente minuto y para cada compañía: ir afirmando o negando mentiras. De modo que, si aspiran a tratar con él, interpretando todo lo que dice, al igual que interpretamos los sueños, no conseguirán hacerlo y se sentirán igualmente engañados, sean o no crédulos”.

“En México la verdad no vale nada”, escribía hace unos días Fernando García Ramírez, precisando que “de lunes a viernes, de 7 a 9 de la mañana, y los fines de semana a través de videos, el Presidente miente: se le han contabilizado 66,868 afirmaciones no verdaderas (Spin, diciembre 2021)”. Como a Donald Trump. Pero como tiene otros datos, cualquier reclamo, señalamiento, o denuncia indignada le hace lo que el viento a Juárez. Y tranquilamente abre en su mañanera una ventana intitulada “Quién es quién en la mentira” para acusar que “los medios mienten”. Genial. Jonathan Swift le hubiera dedicado una gran cantidad de puntos de admiración ¡¡¡ !!!. Inútil multiplicar los ejemplos que sobran, por ejemplo, en temas mayores como la salud pública a la hora de la pandemia, la inseguridad, los migrantes, la violencia contra las mujeres, la pobreza, la corrupción, el huachicol y la buena salud de Pemex…

¿Denuncia Ud. los “otros datos”? De acuerdo, pero ¿cómo y dónde? En los medios… ¡Ah! Resulta que “los medios mienten” y, por lo tanto, usted es el mentiroso. “Elemental, mi querido Watson”. Debo confesar que me confunde la psicoanalista que me explica que el mentiroso puede ser sincero y creer su mentira, cuando rechaza los datos de la dura realidad y se encierra en su mundo propio de fantasía.

Lo malo es que el poderoso mentiroso da un mal ejemplo, imitado por sus servidores. No quiero caer en ataques personales, pero los más altos responsables de nuestra salud no han dejado de mentir a lo largo de tres años. Hace poco, después de una larga investigación, se comprobó que la presidente municipal de Texcoco entre 2013 y 2015 financió de manera ilegal las actividades de su partido, Morena, con el desvío ilegal de recursos públicos, descontando el 10% de su salario a trabajadores del ayuntamiento y del DIF. Cuestionada en el Senado, en noviembre pasado, la expresidenta municipal, ahora secretaria de Educación, había contestado: “Jamás haría una cosa así y tengo, precisamente, la calidad moral para estar aquí”. Entrevistada por Carmen Aristegui (“los medios mienten”), la interesada reconoció el hecho, pero lo justificó como “un acuerdo con los trabajadores de que ese dinero, que aportaban de manera voluntaria, se iba a entregar a Morena”. El Tribunal Electoral de la Federación confirmó la sanción de 4,500,000 de pesos impuesta a Morena por ocultar el desvío de casi 13 millones de pesos. Sin comentario.

La directora de Conacyt y el director que ella impuso ilegalmente al CIDE (Centro de Investigación y Docencia Económicas) han acumulado un cerro de mentiras. No les importan las denuncias, refutaciones, demostraciones porque, al ejemplo de su Jefe Supremo, piensan que si una mentira perdura una hora, ya ha logrado su propósito, aunque no perviva. Swift dice que “la falsedad vuela, mientras la verdad se arrastra tras ella; de modo que cuando los hombres se desengañan, lo hacen un cuarto de hora tarde”.

Historiador

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