Desde el mes de junio, empezando por Polonia, todas las ex “democracias populares” se habían liberado sin violencia del dominio de Moscú. Después de la caída del Muro de Berlín, el 9 de noviembre, Nicolae Ceaucescu, el Conducator (Duce o Führer) vitalicio de Rumania visitó a Gorbachov; aquel le aconsejó sabiamente retirarse antes de que fuera tarde. No hizo caso y era tan seguro de su puño de hierro que salió de viaje a Irán, en el momento preciso del inicio de su caída.
El 20 de diciembre, cuando en la ciudad rumana de Timisoara los obreros se unían a los manifestantes contra el “Genio de los Cárpatos”, el ejército de los Estados Unidos invadía a Panamá, tomando control de las ciudades de Colón y Panamá. Oficialmente, la meta era arrestar al general Manuel Antonio Noriega (1934-2017), dictador desde 1983, para enjuiciarlo en los Estados Unidos por su participación masiva en el tráfico de cocaína con el Cártel de Medellín. El presidente Bush, en su calidad de antiguo director de la CIA, conocía muy bien las actividades ilícitas de quien había sido un agente muy valioso de la Compañía: proporcionaba información, armas y dinero a las fuerzas de la contrainsurgencia respaldada por EU en Centroamérica. En los últimos años, las relaciones se deterioraron y en 1988 un juez estadounidense había inculpado a Noriega por tráfico de droga. El general no tomó en serio los preparativos militares muy visibles del gran vecino. Pensó que era una maniobra de intimidación, una más. Cuando empezó la Operación Causa Justa, se encontraba en una pachanga, de modo que no dirigió la lucha contra el invasor, sino se escondió hasta refugiarse en la nunciatura de la Santa Sede. Finalmente, se entregó, fue juzgado y condenado a 40 años de cárcel, luego a 20 por buena conducta, luego entregado a Francia, que le dio 10 años, antes de liberarlo pronto. Su caída fue bien recibida por el pueblo panameño que sufrió, bajo la metralla americana, entre 2 mil y 4 mil muertos civiles. Desde 2019, el 20 de diciembre es día de luto nacional.
El 22 de diciembre moría en París el gran escritor Samuel Beckett, irlandés, héroe de la Resistencia francesa contra los nazis. El autor de la inolvidable obra de teatro Esperando a Godot.
El 22 de diciembre, de regreso de Irán, el Conducator Nicolae Ceaucescu apareció en el balcón para arengar, como siempre, a “su” pueblo que llenaba la gran plaza. No pudo hablar y tuvo que huir abucheado. Sus agentes lo subieron, con su esposa Elena, a un helicóptero. Hasta la fecha no se sabe bien a bien que pasó: una mezcla de levantamiento popular y de conspiración del alto mando político y militar que se montó sobre el levantamiento, para deshacerse de quién no entendía que su tiempo había terminado. La extraña “revolución rumana” es el único episodio violento de un año que preparaba la desaparición de la URSS sin efusión de sangre.
Todo había empezado el 16 de diciembre en la ciudad de Timisoara, en la provincia de Transilvania, cuando la autoridad castigó a un pastor luterano de la minoría húngara; la gente protestó, marchó, fue reprimida, y ardió Troya. Decenas de personas fueron abatidas por el ejército y la temible Seguritate. El 18, Ceaucescu voló tranquilamente a Irán. La ley marcial no apagó el incendio que se propagó a la capital, Bucarest, y a las principales ciudades. Cuando el Jefe volvió, parece que, a puertas cerradas, se evocó su posible renuncia y que los duros se impusieron, lo que habría llevado a los “traidores” a preparar su golpe de Estado. Del 22 al 24 de diciembre, violentos combates provocaron más de mil muertos. El 25, arrestaron a la pareja presidencial, un tribunal militar extraordinario concluyó en 52 minutos, por unanimidad, que merecían la muerte. En seguida, los ejecutaron. Toda la nación vio el proceso en la televisión, luego los dos cadáveres.
Al día siguiente, el Partido Comunista de Lituania anunció su voluntad de independizarse. “Turbulencias a la vista”, anunció Le Monde. Gorbachov tenía a su “Europa del Este” adentro de la URSS.
Maduro no es Noriega, Trump no es Bush padre, pero acusa a Maduro de ser el jefe de un cártel de drogas, como Bush acusó a Noriega.
Historiador en el CIDE

