Las encuestas, particularmente la más reciente de El Financiero, marcan que el presidente Andrés Manuel López Obrador se mantiene estable en 57% de aprobación, aunque ésta es de lo más baja que ha tenido en esta serie de entregas, que iniciaron con 81% de aprobación en 2019. Hay otras encuestas, como la de GCE, que marcan que su aprobación ha disminuido puntos adicionales. En lo que coinciden todas las encuestas es que el gobierno está siendo reprobado en seguridad, corrupción y situación económica.

Parece que entonces una mayoría de la población le tiene aprecio especial al Presidente; sin embargo, se empieza a hacer notar que mayoritariamente no hay satisfacción con los resultados de su gobierno.

No se necesita una “bola de cristal” para saber que, por factores externos e internos, los siguientes meses serán complicados para el país, por eso parece que el Presidente ha optado por una estrategia comunicacional de polarización y radical. Con ello, parecería también que se pretende desdeñar cualquier crítica, haciéndola parecer como parte de un complot.

En esta polarización, AMLO e stá intentando consolidar a su base electoral para que se mantenga unida y leal a Morena. De hecho, los recientes ataques a la Iglesia Católica —que ha cuestionado la política de seguridad pública—, y su enfrentamiento con la comunidad judía, a raíz de que llamó “hitleriano” a Carlos Alazraki, es parte de su estrategia de polarizar, cuyo objetivo es no perder terreno electoral.

En los últimos días en los que el Presidente ha mantenido su retórica frente a la comunidad judía, ha logrado generar una actitud mayoritariamente negativa contra ésta, de acuerdo con una medición en redes sociales de la herramienta Xpectus que muestra que la conversación digital sobre el tema “hitleriano” tiene un alcance de 32 millones de personas y una actitud 58% crítica hacia este grupo religioso. El tema es tan polarizado que no hay neutrales, algo poco común. Que la comunidad judía, a raíz de esto, tenga tantos negativos es no sólo injusto, sino también preocupante.

Desde luego, los temas de la vida real no se definen en redes sociales. Esta es sólo una percepción, pero sus implicaciones en el mediano plazo pueden ser preocupantes. Hasta hace poco, hubiera sido impensable que atacar a una reconocida comunidad religiosa, con un tema tan sensible como el holocausto, le abonara positivos a un mandatario.

Por lo que respecta a la Iglesia Católica, este es un tema más complejo de medir, dado que los diferendos llevan un par de semanas y están aconteciendo con varios líderes religiosos, en varias partes del país. Pero al no contar con una estrategia de comunicación coordinada en la Iglesia Católica, es probable que su percepción sea similar a lo que le está pasando a la comunidad judía. Eso también es preocupante, máxime que lo que detona el diferimiento comunicacional fue la muerte de dos sacerdotes jesuitas.

Luego de todo lo dicho en la mañanera de ayer, para López Obrador es probable que cualquier medio de comunicación que retome lo que dicen las iglesias, aunque sea con propósitos informativos, sea equivalente a tomar partido. Un aspecto adicional de la polarización.

Al actual gobierno le quedan 26 meses en funciones y su estrategia en todos los frentes será seguir polarizando a la sociedad, tratando así de consolidar a su base de votantes. Esta estrategia claramente no es buena para el país, pues nos mantendrá divididos y con consecuencias insospechadas, pero electoralmente le puede dar réditos electorales a Morena y, al parecer, eso es todo lo que ahora importa. Lamentable.

Twitter: @JTejado

 

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