El pasado miércoles por la noche, el Presidente Andrés Manuel López Obrador cesó a la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero. Le ofreció un par de cargos, pero se decidió que regresara al Senado. Sin embargo, no se le cesó por la falta de resultados en los pocos temas que lleva la Segob: 1) Ayotzinapa está más enredado que nunca y sin justicia para los familiares de los estudiantes, además de que la versión histórica” de la administración pasada en realidad no ha variado; 2) tampoco pudo proponer un esquema razonable para la salida de presos de las cárceles federales, y 3) no consiguió un periodo extraordinario en el Congreso para votar la ley de revocación de mandato, que tanto interesa al Presidente. Incluso, la oposición la dejó plantada como interlocutora. Se le cesó pues el Presidente le habría dicho que necesitaba alguien con mano más “dura”.

Y sí, desde hace un par de meses el gobierno se ha endurecido con la oposición. Ahí están los procesos penales contra varios panistas y uno que otro priista; también en lo discursivo con las autoridades electorales (INE y TEPJF), con los jueces y, desde luego, contra los medios de comunicación y los “intelectuales orgánicos”.

En el Congreso le dieron baje al PAN en el cargo directivo que legalmente le correspondía: la Junta de Coordinación Política. En la CDMX, la 4T se ha puesto ruda con los alcaldes electos de oposición, a tal grado que no pueden avanzar en la transición administrativa y, además, les cambian desde el Congreso local las reglas que estaban vigentes un día antes de que entren los nuevos diputados de oposición, mismos que empatan al bloque progobierno en la ciudad. Bueno, hasta la 4T se ha endurecido con varios funcionarios y legisladores de ella misma.

Extraña el porqué de tan mal humor en la 4T, si los resultados electorales le fueron bastante buenos. Sólo le fue abiertamente mal en la CDMX. Claro, a menos de que su objetivo hubiera sido tener dos tercios de la Cámara de Diputados para avanzar las reformas que requieren una supermayoría constitucional y que el Presidente ha mencionado: la electoral, la de la Guardia Nacional y la eléctrica. Las tres polémicas.

Con el endurecimiento de las prácticas contra quienes no le son afines, la 4T ahora tiende a parecerse al viejo PRI, al intolerante, al que buscaba avasallar, al PRI que se denominó como la “dictadura perfecta” en 1990. Pero, a diferencia de ese partido, la 4T tiene “malos modos” y no cuenta con una buena narrativa de logros, ni con buena “mano izquierda” para tender puentes con quienes ha tenido diferendos.

En los siguientes días, ya con nuevo titular en la Segob, Adán Augusto López, veremos si el malestar de la 4T se sigue manifestando en el uso político de instituciones y en el amedrentamiento de opositores. El nuevo secretario ha tenido varios cargos: diputado, senador y gobernador, y no se le percibe como alguien insensible en sus formas.

Será cuestión de días saber si la dureza que pidió el Presidente fue un pretexto meramente para lastimar lo menos posible a la exsecretaria en su salida, o si, en su defecto, el titular del Ejecutivo federal piensa que llegó el momento de ser (más) duro para avanzar su agenda de gobierno.

Lo sabremos tan pronto como en la segunda semana de septiembre, cuando inicien las discusiones en el Congreso de la Unión y avancen las audiencias judiciales para ingresar a prisión a varios políticos del pasado, pero también a algunos del presente. Todos ellos de oposición. Nadie vinculado a Morena ni a sus partidos afines, a pesar de haber muchos casos de los que aún se deben explicaciones.


Twitter: @JTejado

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