Desde hace cuatro meses, cada jueves alrededor de las 8:00 horas, varios camiones se estacionan junto a la Parroquia de San Jacinto, en el corazón de San Ángel, al sur de la Ciudad de México. En su interior llevan 900 despensas para ser repartidas entre personas que carecen de sus necesidades básicas, así como a sacerdotes y comunidades religiosas.

Los que coordinan este traslado son varios curas, entre ellos, el padre Horacio Palacios, el padre Ángel Llorente y el padre Óscar Arias, quienes consiguieron parte de este apoyo para ayudar con regularidad a miles de personas en la Ciudad de México, que de una u otra manera se han visto gravemente afectadas en su economía por la pandemia.

Esta es una historia que hace visible dos fenómenos: por un lado, la crisis económica ocasionada por el confinamiento, que al cierre del primer semestre de 2020 ha quitado el empleo a más de 1.1 millones de personas, y reportó una caída drástica anual del Producto Interno Bruto de 18.9%. A estas cifras se suman millones de personas que ya se encontraban sin empleo y a muchas más que han visto suspendidas sus actividades desde marzo pasado, cuando se decretó la alerta sanitaria.

El otro fenómeno evidente es la solidaridad de los mexicanos para ayudar a los más afectados. En el caso de las despensas, han sido empresarios y ciudadanos quienes, a través de las estructuras caritativas de la Iglesia, han colaborado para que éstas se distribuyan en diversas partes del país. Hablamos de más de 140,000 paquetes con alimento y productos de higiene hasta el momento.

San Jacinto es solo uno de muchos puntos de entrega de despensa en México, y cada uno humaniza las preocupantes y escandalosas cifras que retratan la otra crisis que vive el país, además de la epidemiológica. Cientos de cajas que descienden de estos camiones terminarán en algunas de las colonias más populares, en casas de madera o en algún cinturón de pobreza.

Sin embargo, a pesar de los enormes esfuerzos, el envío es insuficiente ante la demanda que existe. De acuerdo con datos de Cáritas Mexicana, institución que ha promovido la campaña Familias sin hambre, se han recibido más de 90,000 solicitudes (algunas de ellas son comunitarias, las cuales llegan a requerir hasta 1,000 despensas); por lo tanto, aunque se han entregado más de 140,000, el abasto es mucho menor a la cantidad necesitada.

A pesar de que millones de personas hemos regresado poco a poco a nuestras actividades presenciales y con ello se ha activado gradualmente la economía, lo cierto es que hay millones más que en este momento pasan por horas difíciles, sin empleo, sin sustento, sin alimento, y en algunos casos, sin techo.

Y el panorama no es claro, de hecho, más bien se pinta gris si tomamos en cuenta que nos enfilamos hacia el cierre de año sin la certeza de hasta cuándo durará la emergencia ocasionada por el Covid-19.

Ante ello, la posibilidad de apoyar a través de la donación de despensas se vuelve una valiosísima forma de ver por nuestros hermanos, por aquellos que hoy más nos necesitan y que, aunque parezca algo muy mínimo, para ellos lo es todo, y en este caso, el proyecto donadespensas.mx es una sencilla herramienta de concretar este apoyo.

La parábola del grano de mostaza nos deja una enseñanza muy útil en este momento: “No nos cansemos de hacer el bien, aunque nuestra semilla parezca insignificante”.

Director de Comunicación de la Arquidiócesis Primada de México
javier@arquidiocesismexico.org

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