Desde hace varios meses, la comunidad de Aguililla, Michoacán, ha sido víctima de grupos del crimen organizado que se disputan el territorio. Estos enfrentamientos han incomunicado a los habitantes durante semanas, además de causar inseguridad y desabasto de productos básicos, como alimentos y medicinas.

En abril de este año, monseñor Franco Coppola, Nuncio Apostólico en México, visitó la Diócesis de Apatzingán en representación del Papa Francisco, con el propósito de acompañar y consolar a la comunidad.

En aquella visita, el Nuncio recordó que el Papa, cuando visitó México en 2016, llamó a los obispos y sacerdotes a estar cerca del pueblo. “Nuestra misión como Iglesia es estar cerca. (...) La Iglesia tiene que estar a lado de su pueblo, no huir”, parafraseó monseñor Coppola.

Esta cercanía fue reiterada por el Santo Padre en una carta que envió a monseñor Cristóbal Ascencio, Obispo de Apatzingán, donde mandó un mensaje de esperanza a los pobladores de la diócesis –especialmente a los de Aguililla–, y les aseguró que ora por ellos y los acompaña en su angustia, en los momentos difíciles que viven debido a la violencia.

“Puedo comprender el sentimiento de desánimo y la sensación de impotencia que los abate, pero recuerden que no están solos, que el Señor es fortaleza y misericordia que nunca abandona a sus hijos, que la Iglesia es madre, atenta y cercana a todos los que sufren”, dijo el Papa Francisco en la misiva que se dio a conocer esta semana.

Transmitir cercanía es uno de los mayores retos durante una pandemia que nos obligó a confinarnos por meses, y a la Iglesia la obligó a replantearse su forma de acercarse a las personas abatidas por el encierro o por la pérdida de sus seres queridos.

¿Cuántos de nosotros no nos sentimos consolados por un “abrazo virtual” en el último año? Sentir cerca a los que nos aman es lo que nos ha hecho sobrellevar los días más duros del encierro.

Y en la medida en que salimos de esta pandemia, debemos recordar que este acompañamiento a los que sufren debe ser constante. Privar de esta cercanía a los más necesitados es riesgoso para nuestra sociedad que, enferma por el egoísmo y la indiferencia, puede olvidarse de preservar la dignidad humana.

Quienes creemos en Cristo no debemos olvidar que contamos no solo con la compañía de nuestra comunidad, sino con la cercanía de Dios, que no nos pone prueba que no podamos superar.

“Es de gran consuelo saber que el camino no lo recorremos solos, Jesús camina permanentemente a nuestro lado, sobre todo en los momentos de pruebas y tribulación. Además, Él está dispuesto a darnos siempre su paz. Pero sin olvidar que su paz supone la cruz, porque una paz sin la cruz no es la paz de Jesús”, dijo el Papa al pueblo de Aguililla.

Es necesario que la Iglesia refuerce su labor para acercarse al sufriente, algo en lo que ha insistido en constantes ocasiones el Papa Francisco, entendiendo que la Iglesia no solo es la jerarquía católica, sino también las comunidades religiosas, los agentes de pastoral, los laicos comprometidos y los fieles creyentes.

Pero también es indispensable que todos, como sociedad, hagamos una labor de acompañamiento. Indagar en lo profundo: ¿qué estoy haciendo por quien hoy más me necesita?, ¿qué puedo hacer de acuerdo a mis posibilidades? A nuestra sociedad no solo le duele la pandemia, también le duele una creciente apatía y el distanciamiento de los problemas del otro.

Director de Comunicación de la Arquidiócesis Primada de México.
Contacto: @jlabastida

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