Como es sabido, la semana pasada, el Parlamento Europeo solicitó, de manera respetuosa, a las autoridades mexicanas, la garantía y protección de un entorno seguro tanto para periodistas como para defensores de derechos humanos. En resolución aprobada con 607 votos a favor y solo dos en contra, el Parlamento señala que “México es, desde hace mucho tiempo, el lugar más peligroso y mortífero para los periodistas, fuera de una zona oficial de guerra”. Y destacó que, apenas en lo que va del año, han sido ejecutados siete periodistas. Los datos que aporta la Cámara son demoledores: desde las elecciones de 2018, 47 periodistas han sido asesinados; mientras que el 95 por ciento de los casos han quedado en la impunidad. Pero lo que, seguramente, más le ardió al inquilino de Palacio Nacional, fue la aseveración de que se “observa con preocupación las duras y sistemáticas críticas formuladas por las más altas autoridades del Gobierno mexicano contra los periodistas y su labor”, en las infames mañaneras. En particular, reprueba la retórica populista presidencial para denigrar e intimidar periodistas independientes, así como a medios de comunicación y activistas. Ni una sola mentira. Ni una palabra de más. Y la respuesta oficial no se hizo esperar. Desde el hígado, el rencor, el desequilibrio mental y su desprecio por la diplomacia, López Obrador reconoce haber redactado personalmente esa vergonzante misiva. No pienso reproducirla. No tengo espacio ni estómago. Solo reproduzco las primeras líneas: “Basta de corrupción, de mentiras y de hipocresías. Es lamentable que se sumen como borregos a la estrategia reaccionaria y golpista del grupo corrupto que se opone a la Cuarta Transformación…”. El presidente debe saber que es Jefe de Gobierno pero, también, Jefe de Estado. En este último carácter, nos representa a todos frente al mundo. Sus bravatas no solo lo hacen quedar a él como un vulgar porro sino que ponen a México en una posición que no merece en la escena internacional. Ni pausas con España, ni sana distancia con Austria, ni ofensas al Parlamento Europeo. ¡Ya basta! Los corifeos del régimen salieron en su defensa: legisladores veracruzanos, gobernadores de Morena y senadores de ese partido, al más rancio estilo priísta, le dicen al otrora todo poderoso que “no está solo”. Pero, lo realmente preocupante, es este discurso delirante que antepone la mentira, la polarización, la ofensa, la estigmatización y las falsas esperanzas, para convertir todo lo anterior, en improvisadas y fallidas políticas públicas. Y aunque le duela, sepa que quien siembra odio cosecha violencia.

Abogado

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