Como es sabido, la valiente activista venezolana María Corina Machado fue merecidamente galardonada con el Premio Nobel de la Paz 2025. El pasado 10 de octubre se hizo el anuncio oficial de la decisión del Comité Noruego del Nobel, mismo que afirmó que la decisión obedeció a “su incansable labor en la promoción de los derechos democráticos del pueblo venezolano”. Asimismo, por demostrar que “las herramientas de la democracia también son herramientas de la paz; por encarnar la esperanza de un futuro diferente para millones de venezolanos y convertirse en una figura de unidad en una oposición política que antes estaba dividida”.
Este inesperado pero vitoreado premio, para una mujer que ha arriesgado su propia vida, que dejó de ver a su familia durante dos años para vivir en la clandestinidad dentro de su propio país, que ha sido inhabilitada políticamente en dos ocasiones, que experimentó una auténtica odisea para escapar de Venezuela y llegar a Oslo, fue objeto de una gran cantidad de reacciones de júbilo en Venezuela y muchos países más. Pero hubo vergonzantes y miserables excepciones. Una de ellas fue la presidente mexicana Claudia Sheinbaum.
Al darse a conocer el galardón para María Corina Machado, ella reaccionó: “sin comentarios”. Y guardo silencio. Con su mirada fría y sin la menor empatía o sororidad, remató diciendo: “nosotros siempre hemos hablado de la soberanía y de la autodeterminación de los pueblos, no solamente por convicción sino porque así lo establece la Constitución, y me quedaría hasta ahí en el comentario”. Ahora, tras la entrega del Premio Nobel en Oslo, Noruega, (previo el impecable mensaje leído por su hija, Ana Corina Sosa) y a pregunta expresa, en su infame conferencia de prensa mañanera, reiteró: “la última vez dije sin comentarios y sigo diciendo sin comentarios”.
Varias precisiones: el Premio Nobel se le otorgó a una persona -no a un partido político- por su congruente lucha por la democracia y la libertad. Felicitarla, de mujer a mujer, no es injerencia política ni violar el principio de autodeterminación de los pueblos. Es reconocer su valentía por causas que deberían sernos comunes. Por cierto, el Consejo Nacional Electoral de Venezuela declaró la victoria de Maduro sin presentar las actas de los fraudulentos comicios.
Con todo, México envió a un representante a la toma de posesión del dictador con lo cual lo reconoció como el legítimo presidente de ese país. Vaya congruencia. Y ya debería saber Sheinbaum que la última parte de la fracción X del artículo 89 constitucional, dispone que, entre los principios normativos de política exterior, está “el respeto, la protección y promoción de los derechos humanos…”. Mientras esto pasaba se imponía a Ernestina Godoy en la Fiscalía General de la República y se revivía el fuego de una infame persecución política contra Amparo Casar. No cabe duda, vaya que es tiempo de mujeres, pero en un maremágnum de mezquindad, perversidad, traición y complicidad.

