Varios economistas de algunos de los principales bancos centrales han comparado recientemente la etapa actual de la lucha contra la inflación, con el esfuerzo que se hace hacia el final de una carrera de larga distancia. Conforme la meta se percibe más cercana, el esfuerzo adicional se vuelve cada vez más pesado. Es a esta metáfora a la que se conoce como “la última milla”.

La argumentación es la siguiente. En un principio, las presiones sobre la inflación de los últimos años se debieron fundamentalmente a interrupciones en las cadenas globales de suministro y a fuertes alzas de los precios de la energía y los alimentos. Al disiparse estos choques, los precios de los rubros afectados han venido disminuyendo, lo que se ha reflejado en un descenso relativamente rápido e importante de la inflación general.

Una vez terminada esta etapa, las disminuciones adicionales de la inflación dependen de la evolución de la inflación subyacente. Es aquí donde aplica la metáfora de la última milla. ¿Por qué se considera que las dificultades aumentan? Por una parte, porque la inflación subyacente puede ser más persistente, ya que en este momento está determinada principalmente por el componente de servicios, que es menos sensible a las acciones de política monetaria. Por otra parte, porque no obstante el agresivo apretamiento monetario, las tasas de desempleo en muchos países se mantienen muy bajas, lo que está presionando los salarios y la inflación al alza.

El objetivo de la política monetaria en la primera parte del reciente episodio inflacionario era evitar que el repunte de los precios afectara las expectativas de inflación, particularmente las de largo plazo. En la etapa más reciente, esto es en la última milla, la política monetaria debe enfocarse en lograr una disminución sostenida de la inflación subyacente. Desafortunadamente, por los motivos explicados en el párrafo anterior, bajo las condiciones actuales es muy difícil calibrar adecuadamente la política monetaria. ¿La recomendación? Evitar a toda costa una declaración prematura de victoria sobre la inflación.

¿En qué medida aplican estos criterios a la inflación en México? En sentido estricto, la batalla contra la inflación en nuestro país, más que a la última milla, se asemeja al mito griego de Sísifo, condenado por su desafío a los dioses a empujar eternamente una roca cuesta arriba en una montaña, solo para verla caer justo antes de alcanzar la cima. ¿Por qué? Porque a pesar de persistentes esfuerzos, hasta la fecha el Banco de México no ha logrado alcanzar su meta de inflación de 3% durante un periodo lo suficientemente prolongado.

No obstante lo anterior, considero que la metáfora de la última milla revela mucho de lo que está ocurriendo con la inflación en México. Ante el impacto de los choques externos, la inflación general aumentó de 3.2% en diciembre de 2020 a 8.7% en agosto de 2022, para después descender a 4.9% en enero de 2024. Por su parte, la inflación subyacente mostró una trayectoria parecida, pero con mayor persistencia, ya que durante parte de 2022 y a lo largo de 2023, se mantuvo por encima de la inflación general. Al interior de la inflación subyacente, es de destacarse que en tanto que el rubro de mercancías ha caído de manera pronunciada, de 11.3% en noviembre de 2022 a 4.4% en enero de este año, el de servicios se ha mantenido en niveles superiores a 5% desde agosto de 2022.

También es importante señalar que lo que sería el equivalente de “la última milla” en México enfrenta otros agravantes. En particular, estamos viendo ya un nuevo choque sobre los precios de los alimentos, la inflación enfrenta presiones de demanda y salariales por un sobrecalentamiento de la economía, las expectativas de corto plazo para la inflación general están aumentando y las de largo plazo se mantienen por encima de la meta de 3%.

¿Cuál ha sido la respuesta del Banco Central a esta situación? Una política monetaria prudente, pero con el mensaje de que, dependiendo de los datos que se vayan publicando, existe la posibilidad de un relajamiento tan pronto como en marzo de este año. Independientemente de si lo consideran conveniente o no, los mercados en general han interpretado este mensaje como la intención del Banco de México de reducir su tasa de política monetaria en marzo. En ausencia de acciones de comunicación del Instituto Central enfocadas en desmentir este escenario, la interpretación de los analistas parece razonable.

¿Cuál es el problema? Que el balance de riesgos para la inflación está sesgado al alza, que las expectativas de inflación del mercado están desalineadas con las del Banco Central y que la fragilidad de la situación exige extremar precauciones. El escenario de Sísifo con final feliz existe para el Banco de México. Es por ello fundamental que nuestras autoridades monetarias eviten un resbalón cuando la cima de la montaña todavía se ve lejana. En consecuencia, deben ponderar muy cuidadosamente el riesgo de que una reducción de la tasa de interés en marzo valide no solamente las expectativas de tasas de interés del mercado, sino también sus expectativas de inflación.

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