El interés en la creación de monedas digitales de los bancos centrales (MDBC) ha crecido aceleradamente durante los últimos años. En palabras sencillas, las MDBC son versiones digitales de la moneda de un país, que al igual que el dinero físico cuentan con el respaldo del banco central.

Las MDBC pueden diseñarse de distintas formas dependiendo de su objetivo. Como es lógico suponer, las ventajas y desventajas de cada una depende del diseño específico. Las de mayor interés para el público son las que han sido denominadas “al menudeo”, ya que permiten su uso generalizado por familias y empresas para transacciones cotidianas, por lo que mis comentarios se concentran en este grupo.

Según los resultados de una encuesta del Banco de Pagos Internacionales (BPI) entre 86 bancos centrales publicada en julio pasado, 93% de ellos están llevando a cabo trabajos vinculados de una forma u otra con la creación de estos activos. Este interés se ha derivado de una combinación de factores, cuya importancia relativa varía de un país a otro.

Con el avance tecnológico en el sector financiero, el uso de las llamadas “criptomonedas”, como el bitcoin, se ha popularizado. Desafortunadamente, como se hizo evidente de las dificultades observadas en 2022 y a principios de 2023, las criptomonedas generalmente están sujetas a cotizaciones volátiles, regulaciones deficientes y problemas de gobernanza y ciberseguridad, además de que no están respaldadas ni por el banco central ni por ninguna otra autoridad.

Obviamente, las MDBC ofrecen una alternativa más segura y estable que las criptomonedas. Además, se han visto como un mecanismo para impulsar la inclusión financiera en países con niveles bajos de bancarización, proporcionar un medio de pago alternativo en economías en las que el uso de efectivo ha disminuido, reducir el costo del uso de efectivo y de transacciones internacionales como las remesas de trabajadores en el exterior, evitar un peso excesivo en el sistema de pagos de algunos proveedores de estos servicios (incluyendo las grandes empresas tecnológicas), y proteger la soberanía monetaria ante los riesgos derivados de un menor uso de efectivo y, en general, del avance tecnológico en el sector financiero, entre otros objetivos.

Ahora bien, existe un tramo importante entre el interés y la acción. No obstante las ventajas potenciales de las MDBC, hasta la fecha apenas 4 bancos centrales han completado el lanzamiento de una versión al menudeo de estos activos: los de las Bahamas, Caribe del Este, Jamaica y Nigeria. Además, sobre la base de la encuesta antes mencionada, el BPI estima que para 2030 podrían estar circulando solamente 15 MDBC al menudeo.

¿Porqué? Muy sencillo: la implementación de un proyecto de esta naturaleza enfrenta multitud de retos. Paradójicamente, para algunos bancos centrales el primero de ellos es definir qué tan fuerte será la demanda por este tipo de activos. Por ejemplo, según el Fondo Monetario Internacional, en el caso de Nigeria las transacciones con su MDBC representaron menos de 1% de las cuentas bancarias activas durante su primer año de operación. Los otros tres bancos centrales han enfrentado dificultades similares, no obstante la introducción de incentivos económicos para estimular la demanda en algunos casos.

El problema por el lado de la demanda puede verse acentuado en aquellas economías, como la mexicana, en las que como resultado de la importancia de la economía informal, un segmento elevado de la población prefiere realizar sus transacciones en efectivo. Para este segmento, una MDBC con el potencial de dejar huellas puede no ser una opción atractiva. También es de destacarse que los resultados de una encuesta entre integrantes del sector financiero privado publicada a finales de julio por el CFA Institute, muestran un grado importante de escepticismo respecto de los posibles beneficios de las MDBC, especialmente en países en los que ya existe una capacidad adecuada para llevar a cabo pagos instantáneos en línea o con el teléfono celular.

Por supuesto, los problemas no terminan aquí. La introducción de una MDBC puede propiciar desintermediación en el sistema bancario y dar lugar en situaciones de incertidumbre a un traspaso acelerado de depósitos bancarios hacia MDBC, con los consecuentes riesgos para la estabilidad financiera. Además, plantea el reto de cómo conciliar la protección de la privacidad del público, con la necesidad de evitar que las transacciones con MDBC estén vinculadas a actividades ilícitas. Entre los desafíos adicionales cabe señalar la necesidad de colaborar con otros bancos centrales para lograr resultados mejores en pagos transfronterizos; los riesgos operativos y reputacionales para los bancos centrales derivados de ciberataques y, en última instancia, la evaluación de si el uso de una MDBC es la mejor opción para resolver los problemas que se desea atacar.

Haciendo un balance de los beneficios y retos, sería un error descartar sin mayor estudio la posibilidad de adoptar una MDBC al menudeo, particularmente en virtud de los cambios que el avance tecnológico está generando en el sistema financiero mundial. Sin embargo, para llegar a una decisión correcta, es necesario, como mínimo, aprender de las lecciones de la creación de MDBC o de esfuerzos en esta dirección en otros países, y de otras iniciativas que también pudieran dejar aprendizajes, como el Cobro Digital (CODI) en el caso de México; escuchar cuidadosamente los puntos de vista de todas las partes interesadas, lo que involucra a diversos segmentos de la sociedad; mantener absoluta transparencia sobre los distintos componentes de los esfuerzos realizados; y evitar conclusiones apresuradas o metas de implementación pobremente sustentadas.

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