Entre la abundante información económica difundida en las dos últimas semanas, la que me parece de mayor relevancia es la contenida en el Informe Trimestral del Banco de México, publicado a finales de noviembre.
Lo que yo interpreto como el mensaje principal del Informe, enfocado obviamente en la trayectoria de la inflación en virtud del mandato prioritario del Banco, es el siguiente. Durante el periodo de influencia de la política monetaria (alrededor de dos años) el crecimiento de la economía va a ser tan débil que ni siquiera será posible utilizar toda su capacidad instalada. Esto ejercerá presiones a la baja sobre la inflación, lo que combinado con la postura de política monetaria, permitirá su convergencia a la meta de 3% a partir del tercer trimestre de 2026.
Banxico reconoce que en ese lapso se observarán choques de oferta, como los aumentos de algunos impuestos y del salario mínimo previstos para inicios de 2026. No obstante, considera que su impacto será moderado y transitorio, ya que son ajustes de una sola vez.
Los detalles de los dos componentes de este mensaje, el crecimiento económico y la inflación, invitan a reflexionar.
En materia de crecimiento económico, las proyecciones del Informe son desoladoras. El Banco anticipa crecimientos del PIB de apenas 0.3% en 2025 y 1.1% en 2026. Para 2027, la lógica me lleva a concluir que simplemente se están limitando a suponer que la economía regresa a su crecimiento de largo plazo, que estiman, de manera optimista a mi juicio, en 2%.
Aclaro que estas cifras deprimen pero no sorprenden. Desde hace más de un año era obvio que la economía se iba a debilitar fuertemente en 2025. Y lo más preocupante, conforme la actual administración ha venido concretando acciones en diversos ámbitos, también ha resultado claro que la posibilidad de un repunte relevante del crecimiento económico en los próximos años es básicamente nula.
De esta forma, las proyecciones de Banxico no son una excepción, sino la regla. Por ejemplo, después de la publicación del Informe Trimestral, se divulgaron pronósticos de los especialistas del sector privado encuestados por el Banco Central y de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Las cifras no son idénticas, pero las conclusiones son las mismas.
Sería absurdo pensar que existe en estos análisis un afán de criticar. ¿Por qué esperaríamos otro resultado en un país en el que han abundado acciones que desalientan la inversión privada? En el que los escasos recursos públicos para inversión se destinan en proporciones elevadas a proyectos cuestionables. En el que se ha hecho muy poco para aumentar la productividad de la economía.
¿Será útil la creación de nuevos consejos asesores del sector privado? El diálogo entre el gobierno y el empresariado siempre es bienvenido. Pero la solución de las causas de fondo de la actual situación, que incluye la instauración de un verdadero Estado de derecho, no requiere de un consejo asesor, sino de voluntad y visión. Nuestras autoridades deberían tener muy presente que si su proyecto económico no es viable, el político tampoco lo es.
Paso ahora a la inflación. Desafortunadamente, las proyecciones de Banxico no solamente no han logrado convencer a los analistas, sino que la divergencia entre los pronósticos se ha ampliado.
La apuesta que está haciendo Banxico en esta ocasión es particularmente fuerte, porque está previendo un efecto muy moderado de los choques de principios del año entrante. La institución tiene mucho que ganar en credibilidad si está en lo correcto, pero la pérdida en caso contrario sería igualmente mayúscula.
Como de costumbre, el Banco hace en su Informe un análisis de los principales riesgos al alza y a la baja para la inflación. Sin embargo, me parece que hay dos elementos que no se están tomando en cuenta o a los que no se les ha dado la suficiente relevancia.
El primero tiene que ver con los salarios. Durante la presentación del Informe se explicó que el Banco incorporó en sus proyecciones el supuesto de un incremento de 12% al salario mínimo, muy cercano al que finalmente se concretó. Independientemente de su potencial efecto adverso sobre los precios, el empleo y la informalidad en circunstancias en las que la población ocupada sujeta al salario mínimo ha aumentado notablemente, a mi parecer este ajuste no puede ser considerado como un choque de una sola vez. El escenario base, porque así lo ha manifestado el gobierno, es que el salario mínimo siga aumentando a tasas muy por encima de la inflación en los próximos años, hasta cubrir 2.5 veces la canasta básica.
La situación de las finanzas públicas genera un efecto equivalente. Ante la fragilidad de las cuentas gubernamentales, es lógico anticipar que durante los próximos años veamos ajustes periódicos de impuestos como los que observaremos en 2026 o medidas equivalentes. Y la situación seguramente se pondrá peor. ¿Es esto un choque transitorio?
Es probable que estos dos factores estén incidiendo en las expectativas de inflación. Mientras más altas y persistentes sean estas, mayor será la debilidad de la economía requerida para bajar la inflación a la meta. Puesto de otra forma. Banxico debe enfocarse en el cumplimiento de su mandato. Pero el logro de este objetivo será sumamente difícil y costoso sin el apoyo de otras políticas públicas.
Estos son aspectos sobre los que nuestras autoridades en distintos ámbitos deberían reflexionar e interactuar.

