El nivel de preocupación del Fondo Monetario Internacional (FMI), y en general de otros organismos internacionales y analistas, por el panorama económico mundial, ha cambiado considerablemente en el curso del último año. En enero de 2023, el FMI proyectaba un escenario de menor crecimiento global para 2023 y 2024 que, aunque descartaba una recesión en el conjunto de las economías avanzadas, implicaba una desaceleración pronunciada de su crecimiento. Por otra parte, si bien el Fondo preveía un descenso de la inflación global, al mismo tiempo contemplaba un balance de riesgos a la baja para el crecimiento y al alza para la inflación.

Pues bien, el mensaje se ajustó de manera importante en las más recientes estimaciones del FMI, publicadas la semana pasada. ¿La razón? Una mayor resiliencia del crecimiento de las economías de Estados Unidos y algunos países emergentes y en desarrollo, combinada con un descenso de las cifras recientes de inflación más rápido de lo esperado, explicado fundamentalmente por el gradual desvanecimiento de los choques de oferta que han impactado a la economía mundial y la respuesta de la política monetaria a estos choques.

¿Cómo se traduce esto en cifras? El FMI proyecta que el crecimiento económico mundial disminuya de 3.5% en 2022 a 3.1% en 2023 y 2024, aumentando ligeramente a 3.2% en 2025. En el caso de la inflación, se prevé un descenso de 8.7% en promedio en 2022, a 6.8% en 2023, 5.8% en 2024 y 4.4% en 2025. En este contexto, el Fondo considera que la posibilidad de una recesión global ha disminuido, que los riesgos para el crecimiento están balanceados y que alrededor de 80% de las economías del mundo registrarán una inflación promedio menor en 2024.

Evidentemente, este cambio en la percepción del FMI sobre el panorama económico mundial es una buena noticia. Para México es especialmente importante que la institución vea con mayor optimismo la percepción cada vez más generalizada, aunque por supuesto no garantizada, de que la economía estadounidense tendrá un aterrizaje suave, es decir, que las autoridades de ese país serán capaces de bajar la inflación a su meta sin provocar una contracción económica.

¿Significa esto que podemos esperar un entorno externo favorable para la economía mexicana en los próximos meses? En lo absoluto. Para empezar, el aterrizaje suave de la economía estadounidense implicaría, según los cálculos del FMI, una desaceleración del crecimiento económico de ese país de 2.5% en 2023, a 2.1% en 2024 y a 1.7% en 2025. Adicionalmente, las cifras de crecimiento mundial que el Fondo proyecta para los próximos dos años son menores al promedio prepandemia de este siglo (3.8% para el periodo 2000-2019).  De manera similar, el Banco Mundial (BM) ha señalado que, en ausencia de acciones correctivas, el crecimiento económico mundial se mantendrá muy por debajo de su potencial durante lo que resta de esta década.

A lo anterior habría que agregar que la lucha contra la inflación no ha terminado. En su informe sobre la situación económica mundial dado a conocer ayer, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) subraya que todavía es demasiado pronto para asegurar que las presiones inflacionarias están contenidas. Además, los pronósticos del FMI para 2025 ubican la tasa de inflación mundial promedio en 4.4%, cifra todavía superior a la observada con anterioridad a la pandemia (3.5% en 2017-2019).

También debemos considerar que existe la posibilidad de un nuevo error en las proyecciones del FMI (y de otros organismos internacionales). El Fondo menciona entre los riesgos que pueden afectar su escenario para los próximos años a nuevos choques derivados de los precios de los productos primarios, problemas geopolíticos, eventos climáticos y un acrecentamiento de las dificultades económicas en China, entre otros.

Pero existe un elemento adicional que debe tomarse en cuenta: las elecciones presidenciales que se llevarán a cabo este año en 76 países y, especialmente, en Estados Unidos, que pueden tener implicaciones serias para la trayectoria económica mundial. Como es obvio, esto último es de particular importancia para México. De hecho, algunas de las consecuencias adversas del periodo electoral en Estados Unidos ya se están dejando sentir, como lo muestran las recientes iniciativas en materia migratoria de la administración estadounidense. En suma, no obstante la mejoría reciente, más nos vale estar preparados para un entorno externo difícil.

En este sentido, es importante tomar en cuenta una de las principales lecciones de la reciente etapa. Sobre la base de la experiencia de los setenta y principios de los ochenta, ante los choques que han afectado de manera adversa la inflación y la actividad económica en los últimos años, en general los bancos centrales han concentrado sus esfuerzos en el combate a la inflación. Destaca el caso de la Reserva Federal de los Estados Unidos, que no obstante tener el mandato dual de contener la inflación y maximizar el empleo, en su momento subrayó que no cejaría en su esfuerzo de abatir la inflación aun si eso provocaba una recesión.

Los resultados de esta estrategia están a la vista. Con todo y el agresivo apretamiento global de la política monetaria, hasta ahora la economía mundial parece encaminada a una inflación menor sin un costo excesivo en términos de actividad económica. Dado que, como ya se señaló, la tarea para la política monetaria no ha terminado, lo fundamental en este momento es consolidar los avances logrados y no tomar decisiones apresuradas que los pongan en riesgo.

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