La historia de la creación también se cifra en la Navidad cuando, está escrito en el Evangelio según San Lucas, en la ciudad de David, llamada Belén, “le llegó a María el tiempo de dar a luz y tuvo a su hijo primogénito, al cual envolvió en pañales, y lo recostó en un pesebre, porque no alcanzaron lugar en la hospedería”.

Fue, según unos pastores, hacia la medianoche. Desde entonces no han dejado de sucederse celebraciones en formas varias como las representaciones llamadas “Nacimientos”, las fiestas conocidas como “Posadas”, en cenas a veces rituales, el Oratorio de Navidad de Bach, El Mesías de Haendel, el nombre de la Isla de Navidad, en la misa de la medianoche del 24 al 25 de diciembre a la que se alude como “Misa de Gallo”.

“En el año 800”, refiere Henri Pirenne, “en la Basílica de Letrán, y al terminar la misa de Navidad, León III, acercándose al rey de los francos, entre las aclamaciones del pueblo, le colocó la corona en las sienes, y después de saludarlo con el nombre de emperador, se prosternó ante él y lo ‘adoró’ siguiendo el ceremonial bizantino. Estaba dado el paso decisivo; el Imperio romano había sido reconstituido y precisamente por mediación de San Pedro.

“Carlos”, al que después de su muerte se le conoce como Carlomagno, “manifestó algún enojo. Debió de encontrar extraño que quien sólo había ido a Roma con el objeto de apaciguar una revuelta y que, algunos días antes, se había sentado como juez entre el Papa y los ‘grandes’ de la ciudad, recibiese la corona imperial de quien consideraba como su protegido”.

En la guerra, la Navidad puede deparar una tregua y un festejo; también una traición.

Hacia la medianoche entre el 24 y el 25 de diciembre de 1926, las campanas de la iglesia de Comala, Colima, no llamaron a Misa de Gallo. Hacía muchos meses que la iglesia estaba cerrada y el sacerdote había desaparecido. Se decía que huyendo.

Tampoco en Guadalajara y en los pueblos de Jalisco, en Durango, Zacatecas y Guanajuato, Sonora y Chihuahua, Veracruz y Oaxaca, Chiapas y Yucatán, Guerrero y Querétaro, Puebla y el Distrito Federal, las campanas llamaron a misa. Las iglesias estaban cerradas desde hacía meses y los sacerdotes parecían fugitivos. Sin embargo, quizá la eucaristía se celebró clandestinamente.

Las últimas misas habían acontecido el último día de julio, cuando debía entrar en vigor una ley expedida por el presidente Plutarco Elías Calles que, refiere Alicia Olivera Sedano, “decretaba la suspensión de todos los servicios religiosos de la Iglesia católica que exigieran la presencia de sacerdotes”. Un comité episcopal decidió que “los templos no debían cerrarse, sino permanecer bajo el control de juntas de vecinos pertenecientes a cada parroquia, las cuales serían nombradas por obispos y sacerdotes”. La Secretaría de Gobernación ordenó que cada ayuntamiento decidiera a qué personas debían entregarse las iglesias y “si tales edificios podían ser destinados a un uso distinto”.

Tres años después, luego del conflicto religioso que no prescindió de la guerra, hacia la medianoche del 24 al 25 de diciembre de 1929, las campanas de las iglesias de México volvieron a llamar a Misa de Gallo.

Google News

TEMAS RELACIONADOS