Las campañas electorales llegaron a su fin y este domingo 6 de junio emitiremos nuestro voto en la elección más grande en la historia de nuestro país, con más de 21 mil cargos en competencia, incluidas 15 gubernaturas y las 16 alcaldías de la Ciudad de México.

A lo largo del periodo de proselitismo, candidatas y candidatos expusieron ante el electorado sus propuestas y plataformas políticas, y los medios de comunicación y las redes sociales fueron inundados de propaganda, así que estos días han sido un espacio de reflexión ante la importante decisión de la jornada electoral.

La relevancia de los resultados estriba en mayor medida en que serán determinantes para las políticas públicas del gobierno federal, pues se renovará la Cámara de Diputados, que actualmente es dominada mayoritariamente por el régimen y sus aliados.

Las y los mexicanos llegarán a las urnas a definir con su voto si este dominio legislativo sigue en manos del gobierno federal o si se establece un equilibrio y contrapeso, desde el bloque opositor.

También se ponen a prueba las alianzas, una suerte de ejercicio de pragmatismo político-electoral por parte de dos grupos en pugna: el bloque oficialista de Morena y sus satélites, y el amasijo anti-ideológico de viejos partidos.

Fuera de estos dos extremos radicales, Movimiento Ciudadano le apostó a la tolerancia y a la inclusión. Veremos cómo recibió esta propuesta el electorado.

Después de la jornada electoral del domingo, México tendrá ya definida buena parte de la ruta de las políticas públicas para lo que resta del sexenio: ¿seguirá la desaparición de programas e instituciones que no comulgan con los objetivos del gobierno surgido de Morena? ¿Tendremos una oposición fuerte, cohesionada y que equilibre el hasta ahora control absoluto de régimen?

La decisión de la ciudadanía es sin lugar a dudas una de las más cruciales de las últimas décadas. Es un paso que anticipa lo que vendrá en el ejercicio del gobierno.

Para el Estado Mexicano, la elección también es un reto. En un contexto de preocupantes actos violentos que han resultado en el asesinato de 83 candidatas y candidatos de diversos partidos, es claro que lo urgente es garantizar seguridad en todo el país.

México debe salir a votar con seguridad.

Pero sobre todo, las y los mexicanos debemos ejercer nuestro derecho a elegir a gobernantes y representantes, y seguir avanzando hacia una democracia participativa en la que cada vez más personas exijamos, denunciemos, vigilemos al poder público.

Y que el poder público se haga cargo de sus responsabilidades.

Elecciones aparte, la pandemia continúa, y la atención a los contagiados, la vacunación y las medidas de prevención deberán seguir en una dinámica acorde a la evolución del virus en cada entidad federativa.

La seguridad pública sigue siendo el gran pendiente del régimen, cuya política de “abrazos, no balazos” ha sido un gran fracaso, con muchos más muertes que los de sexenios anteriores, y peor aún, con una delincuencia organizada que parece haberle tomado la medida al gobierno federal.

Los escandalosos casos de funcionarios públicos, integrantes del gabinete presidencial, con decenas de propiedades sin reportar en sus declaraciones patrimoniales están a la espera de que la Secretaría de la Función Pública actúe en consecuencia. Claro que la titular de esa secretaría es una de las señaladas…

Falta también por aclarar las causas y deslindar responsabilidades de la tragedia de la Línea 12 del Metro de la ciudad de México, que costó 23 vidas y dejó familias afectadas sin que hasta la fecha haya detenidos ni la debida atención a las víctimas.

Todos estos pendientes, y más, siguen a la espera de atención.

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