El próximo 26 de abril se cumplirán 36 años de la explosión del reactor cuatro de la Central Eléctrica Atómica de Chernóbil, orgullo tecnológico de la desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas ( URSS ).
Se trata, sin lugar a dudas, del peor accidente nuclear en la historia de la humanidad y de uno de los más grandes desastres del Siglo XX —si es que no del mayor—, ya que junto a los daños a la salud de quienes estuvieron expuestos a la radiación y los millones de euros en pérdidas económicas, los efectos en el medio ambiente tardarán más de 20 mil años en desaparecer.
De acuerdo con cifras oficiales, el accidente dejó únicamente 30 muertes directamente relacionadas con él, pero la organización internacional Green Peace asegura que hubo casi tres millones de personas afectadas. Además de que un informe de la Organización Mundial de la Salud, estimó en 2006 que el accidente provocó un exceso en casi 9 mil “defunciones por cáncer”, entre “las personas que trabajaban en las operaciones de limpieza, los evacuados y los residentes de las regiones muy o poco contaminadas de Belarús, la Federación de Rusia y Ucrania ”.
Lo anterior porque la explosión contaminó cerca de 142 mil kilómetros cuadrados en el sur de Bielorrusia, el norte de Ucrania y la región rusa de Briansk, obligando a evacuar a cerca de 300 mil personas, 50 mil de ellas vecinas de Prípiap, ciudad ubicada a pocos kilómetros de la central nuclear y cuyas calles desiertas, junto a unos abandonados “carritos chocones” se han convertido en uno de los mayores símbolos del desastre.
Procedencia: Twitter
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De acuerdo con información que la periodista bielorrusa Svetlana Alexiévich incluye en su estremecedor libro Voces de Chernóbil, su país perdió 485 aldeas y pueblos, de los cuales 70 están enterrados bajo tierra. Por otra parte, el 23% del territorio de Bielorrusia está contaminado con cesio–137 y el cáncer, las mutaciones genéticas y las deficiencias mentales aumentaron año con año hacia finales del siglo pasado.
Mucho se ha escrito sobre el accidente de Chernóbil . Entre los trabajos más interesantes se encuentra la crónica del accidente y sus efectos que National Geographic actualizó en 2021 y puede verse en este enlace.
Mientras que Jon Sistiaga realizó hace algunos años para la televisión española un interesante trabajo que nos permite acercarnos a la planta y sus alrededores el día de hoy; además de conocer las consecuencias del accidente. Es un trabajo muy recomendable que puede consultarse aquí.
Pero si lo que uno desea es dejar a un lado las cifras y acercarse al drama de las víctimas, nada mejor que el ya mencionado “Voces de Chernóbil”, de Svetlana Alexiévich, Premio Nobel de Literatura 2015. Es un libro desgarrador en el que, entre otros, podremos conocer el relato de una mujer que al otro día de la explosión mandó a su hijo a la escuela y aún recuerda que la central tenía “un fulgor de un color frambuesa brillante” y “parecía iluminarse desde dentro. Una luz extraordinaria. No era un incendio como los demás, sino una luz fulgurante. Era hermoso”. Aunque sumamente peligroso.
Las entrevistas que Alexiévich hace a vecinos, madres, liquidadores —como se llama a los hombres que tuvieron que hacer frente a la tragedia—, niños que se enfrentan a la muerte y mujeres que narran cómo murieron sus maridos, nos permitirán entender las implicaciones de esta tragedia.
Sin duda es un texto duro y desgarrador, pero que nos permitirá entender las consecuencias de un desastre de este tipo… algo que es importante tener en cuenta, sobre todo porque en México —y específicamente en Laguna Verde, Veracruz— tenemos una planta nuclear. Y ahora que tanto se habla de la reforma eléctrica, ¿no sería prudente exigir a la Comisión Federal de Electricidad un reporte detallado de la seguridad y operación de esta planta? Además, claro, de presionar a Rusia y Ucrania para que su guerra no ponga más en peligro esta zona que, sin lugar a dudas, puede provocar un cataclismo mundial.