Desde niña siempre quise ser escritora. En la escuela me pedían escribir sobre las flores y terminaba escribiendo poesía.
Escribí un cuento precioso, la historia de un oso aburrido de su vida en el bosque y su escape de la monotonía, al ingresar a un circo, al final, el oso regresó a su hogar. La narración daba una moraleja:Uno siempre regresa, a donde pertenece y a donde fue feliz. Durante las vacaciones, mi madre me pedía un resumen de cada materia con fotografías y desde entonces, me acostumbré a realizar análisis. El ingreso al Tec de Monterrey y el realizar mi servicio becario en la Biblioteca, me dio la oportunidad de leer todo lo que caía en mis manos.Eran tantos los libros y la mente un caldo de cultivo para aprender, desde la libertad. Sin juzgar. Observando los cambios a nivel mundial, la caída del Muro de Berlín. La creación del internet hizo que todo fuera posible.Durante la tesis de maestría, el contar con tres asesores, me ayudó a establecer fronteras de investigación y a evitar elucubraciones.Puedo decir que mi escritura era muy técnica y racional.Muchos años pasaron, la vida se volvió rutina.Hasta el momento en que mi madre se enfermó de cáncer y empecé a contar lo que pasaba a un médico. Entonces agregué el corazón a mis escritos, fue la transformación.
Cada correo electrónico era una narración de la compra de medicamentos, las idas y venidas de las ambulancias, así como los viajes a hospitales, de entrada por salida, hasta el momento en que la salida fue en una carroza.
Ese proceso de pérdida, al documentarlo, me dio la visión y la comprensión de mis emociones.Y sin darme cuenta.Estaba contando la historia, de cómo cambié.Puedo decir, la pluma, se volvió mi varita mágica, cada palabra se convirtió en un hechizo.Cada historia, se convirtió en un conjuro.Me percaté: Las palabras, sin mover los sentimientos de las personas, no funcionan.Lo más importante: Tocar el alma.
Hacer sentir, a quien lo leyera.
Y al hacer sentir a los demás.Por ende, me hice más sensible.Puedo decir, el escribir es uno de los más grandes actos de liberación. Al enfrentarnos, nosotros mismos, con nuestra historia, comprendemos el común denominador del ser humano. La esencia.En ese muy pequeño porcentaje, en que nos parecemos, podría decir, que somos iguales:En ese pedazo de alma, el ser parte de un todo. Nos hace eternos, nos hace comprender, las alegrías, el llanto, incluso, el dolor ajeno.Y desde allí…Nos conectamos.Los que hemos luchado, comprendemos, a los que están en el campo, embistiendo, cuerpo a cuerpo.Y sabemos el desgaste, de levantarse de cada caída.Así como de la derrota.Y damos la mano para levantar.Un buen escritor, es como un caballo salvaje, en el momento en que adquiere compromisos, pierde su brillo.Sin embargo, un buen escritor, si es un buen ser humano, comprende muy bien, que la pluma, se usa con responsabilidad.Escribir es un acto de honor.De honrar la vida, de quién escribes, por saber, que vas a entrar a una historia, de puntitas, con cuidado y sin hacer ruido.Con respeto.Sobre todo con amor.A sabiendas que tocas una vida y el nombre del escritor va a estar ligado a su historia, como un recuerdo añejo, de un muy buen vino.Puedo decir, un escritor, que honra la vida de los demás, también debe ser honrado y respetado.El legado del buen escritor es dejar su visión del mundo, desde la comprensión y el amor.Ojalá y en estos tiempos tan turbulentos, se valore a quienes usamos la pluma, para ayudar.Y logremos dejar un mundo mejor.