¿De qué magnitud es la violencia que viven la mujeres en el país? No se pueden utilizar las carpetas de investigación abiertas por delitos relacionados con la violencia de género porque estas cifras dejan de lado la multiplicidad de actos de violencia contra las mujeres que no se denuncian y que no son atendidos por el sistema penal. Por otra parte, del universo de mujeres que reportan haber sido víctimas de violencia (6 de cada 10, según la Endireh 2016) 88.4% reportan que no denunciaron ni buscaron ayuda. Tomando en cuenta esto, me parece importante revisar qué pasa con la mayoría de las agresiones que viven las mujeres y que no llegan a ser conocidas.

Si uno analiza por qué las mujeres no denuncian las vejaciones que padecen en distintos ámbitos de su vida, la respuesta más frecuente es “porque se trató de algo sin importancia” (Endireh, 2016). Esta respuesta la dan mujeres víctimas de distintos tipos de violencia (emocional física, sexual, económica) en diversos ámbitos (en la escuela, en la calle, en el trabajo, en la familia y en la pareja). Esta respuesta puede tener distintas interpretaciones. Sin embargo, el alto porcentaje de mujeres que responden esto (49.5%, víctimas de violencia en el ámbito comunitario) refleja el grado de normalización respecto a la violencia de género. Las mujeres pueden no identificar como agresiones, algunas acciones con las que conviven diariamente: piropos ofensivos, manoseos no solicitados, pellizcos. O quizá aprendemos a lidiar en privado con la violencia como mecanismo de defensa o como resultado de un aprendizaje social y cultural.

La segunda respuesta más mencionada por mujeres como causa de la no denuncia es “por miedo a las consecuencias”. Esta respuesta deja entrever el círculo vicioso y silencioso por el que transita la violencia de género. Es en el ámbito privado y por parte de personas conocidas como se da en mayor medida la violencia contra nosotras. Pero este hecho no quita ni minimiza la gravedad de la violencia que experimentamos en la calle, ni de parte de servidores públicos como policías, militares, ministerios públicos, etc. En ambos casos, la cercanía y la autoridad de los agresores puede aumentar el temor a denunciar.

Nombro estas respuestas en un intento por señalar que la violencia que padecemos las mujeres tiene características particulares que deben resaltarse, ya que usualmente esta violencia tiende a minimizarse y silenciarse. Características sobre el lugar donde acontece, sobre el tipo de violencia que enfrentamos y sobre la relación que mantenemos con el agresor que la diferencian por completo de la violencia que padecen los hombres. Y es que a los que se empeñan en ofrecer datos y pruebas sobre la prevalencia de un mayor número de agresiones contra los hombres hay que recordarles que gran parte de la violencia que experimentamos las mujeres no logra hacerse pública ni reflejarse en los reportes de incidencia delictiva. Por otro lado, hay que mencionar que no hay primacía de ningún tipo de violencia y que la petición por tratarla de forma diferenciada no cancela la necesidad de combatir ambos fenómenos. Es en respuesta a esta violencia silenciada y normalizada que las mujeres han salido a las calles a manifestarse, contrarrestando la falsa idea de que “era algo sin importancia” y acallando el “miedo a las consecuencias”. No son provocaciones, las mujeres están saliendo juntas para visibilizar la violencia que vivimos todos los días.



Directora Ejecutiva de Impunidad Cero

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