Esta semana vi dos videos terribles. En el primero se ve la forma en que una persona es reiteradamente golpeada y agredida después de intentar cometer un asalto en una combi en Texcoco. En el segundo se retrata la imagen idealizada de un paraíso en Acapulco para jóvenes de altos recursos y gustos extraños. Aunque pareciera que los videos no tienen nada en común, no pude evitar ver reflejadas en ellos dos realidades completamente desiguales. Pero no solo eso, lo que también vi retratado son dos ideas dispares de justicia: la justicia para los pobres y la justicia para los ricos.

El video de la combi que circuló en redes sociales captura un acto de “justicia por propia mano”. Esta grabación podría parecer tan solo el retrato de un acto violento, si no fuera por la abrumadora aceptación social que se produjo ante el mismo. Detrás de esta celebración y vituperación ante la golpiza capturada, está la idea de que la justicia no puede alcanzarse por medios legales para personas de escasos recursos y que el único medio que se tiene es la violencia ejercida por propia mano. Esta idea se alimenta de una realidad: la falta de acceso a la justicia que padece gran parte de la población. Una realidad en la que una persona no denuncia un delito porque asume que la autoridad no va a hacer nada. Una realidad en la que la autoridad abusa de su poder para exigir dinero a cambio de realizar su trabajo.

El video promocional de Acapulco, pagado y difundido por la Secretaría de Turismo, intenta proyectar una visión de un puerto paradisiaco en la que, cito, “no hay reglas”. Este video promocional podría parecer tan solo una campaña publicitaria de pésimo gusto si no fuera por el hecho de que detrás está la idea de que las personas con dinero están por encima de la ley. Esta idea se alimenta de otra realidad: la altísima impunidad en nuestro país. Una realidad en la que cuatro jóvenes con dinero pueden violar a una mujer impunemente. Una realidad en la que un gobernador puede desfalcar a un estado, ser parte de una red de crimen organizado y acabar tan solo con una sentencia de 9 años y pagando una multa de 50 mil pesos.

En la base de estas dos ideas subyacen dos realidades terribles: la falta de acceso a la justicia y la impunidad. Pero todas ellas se alimentan de dos problemas: una imagen equivocada de reparación del daño y un sistema penal ineficiente. Por un lado albergamos una imagen de justicia desproporcionada que además perpetúa las desigualdades: para el ladrón de la combi todo el peso de la violencia, para los ricos, no hay reglas. Por el otro lado tenemos un sistema penal que no hace frente a ninguna injusticia. ¿Esto es lo que queremos? ¿Esto es lo que festejamos? Tan repudiable es el primer video como el segundo. Tenemos que analizar y criticar la percepción de justicia que promovemos porque más que justicia lo que parece que exigimos es venganza. La única manera de acabar con la idea de que existe “una justicia para los pobres” y “otra para los ricos”, es cuestionando nuestra concepción de justicia. Sin embargo, al final, la única manera de cambiar esta realidad es teniendo un sistema penal eficiente que no trate de forma diferenciada a las personas de acuerdo a su clase social.

Directora Ejecutiva de Impunidad Cero.
Twitter: @itelloarista

Google News

TEMAS RELACIONADOS