El viernes se confirmó el anuncio que reacomoda el tablero del entretenimiento global: Netflix adquirirá los estudios y la división de streaming de Warner Bros, incluyendo HBO, Max y Warner Bros. Pictures. Quedan fuera Discovery, Discovery+ y los canales lineales que se escindirán antes del cierre de la adquisición, a más tardar en septiembre de 2026.
La operación, valorada en 82 mil 700 mdd, combinaría los más de 300 millones de suscriptores de Netflix con los 100 millones de HBO Max. El resultado sería un actor con más de 400 millones de suscriptores y uno de los mayores acervos audiovisuales del planeta. Warner aporta una biblioteca de más de 6 mil 500 películas y decenas de miles de episodios de televisión capaces de sostener décadas de explotación cultural. Netflix aporta escala, presencia global, ingeniería y un enorme ritmo de producción original.
Pese a la magnitud del anuncio, la operación está lejos de estar aprobada. El Departamento de Justicia y la Federal Trade Commission deberán revisar los riesgos a la competencia en streaming, producción audiovisual e, incluso, licenciamiento de contenido.
Entre los obstáculos regulatorios clave están:
—Concentración vertical: Netflix sería a la vez el mayor distribuidor global de streaming y propietario de uno de los catálogos más grandes de Hollywood, lo que podría limitar el acceso de competidores a contenido imprescindible.
—Poder de mercado acumulado: los reguladores analizarán si un actor de más de 400 millones de suscriptores puede fijar condiciones comerciales adversas para estudios independientes y plataformas rivales.
—Posible reducción de compradores en Hollywood: la consolidación podría traducirse en menos ventanas de negociación para creativos y productoras independientes, tema sensible tras las huelgas recientes de escritores y actores.
—Impacto internacional: la Comisión Europea y otras autoridades como las de Brasil, México o Australia podrían exigir condiciones o revisar la operación desde la óptica de pluralidad cultural, acceso a contenidos locales y no discriminación entre plataformas.
A ello se suma la posible reactivación del debate del fair share, en el que cuestiona si plataformas de este tamaño deben contribuir de forma diferenciada al ecosistema de telecomunicaciones, dado el volumen de tráfico y externalidades que generan sobre las redes. Un Netflix ampliado podría reabrir presiones entre operadores de red y plataformas.
Para los usuarios, el movimiento genera esperanza y preocupación a la vez. Un solo servicio podría reunir parte importante del contenido más relevante de las últimas décadas; pero menos competencia puede significar menor diversidad, menos alternativas y más dependencia de un solo actor global.
Hollywood reaccionó de inmediato. Mark Ruffalo advirtió que la fusión “pone en riesgo derechos fundamentales” y agrava la vulnerabilidad tanto de creadores como de audiencias.
Para darnos una idea, la magnitud del movimiento sería como si Apple comprara Samsung Mobile. Apple, con alrededor de 23% del mercado global de smartphones, absorbería a un competidor con 19% y reconfiguraría todo el sector. La proporción con Netflix–Warner es casi idéntica.
La fusión mezcla plataformas, suscripciones, tecnología, catálogos y poder económico en un solo actor, reordena la cadena de valor audiovisual y redefine quién cuenta las historias, quién las distribuye y quién puede competir. El nuevo mapa del entretenimiento ya se dibuja, pero su forma final todavía depende de los reguladores.
Abogada, presidenta de Observatel y comentarista de Radio EducaciónX y Threads: @soyirenelevy

