Neydi Cruz

Más de 7 mil 600 millones de personas habitamos el planeta Tierra y la población juvenil es hoy la más grande de la historia. En 2030, habrá mil millones de personas más, según las perspectivas de población mundial ( http://bit.ly/31QChI0 ) de Naciones Unidas (1). Para 2050, se necesitarían tres planetas para satisfacer las necesidades de casi 10 mil millones de habitantes.

Más de la mitad del incremento proyectado a 2050 se concentra en nueve países: República Democrática del Congo, Egipto, Etiopía, India, Indonesia, Nigeria, Pakistán, Tanzania y Estados Unidos. El África subsahariana albergará a más de la mitad de la población mundial.

En los próximos 30 años, la desertificación amenazará los medios de subsistencia de mil millones de personas (equivalente a la población actual de India) y la cifra de desplazados ambientales puede alcanzar los 250 millones (dos veces la población de México). Los océanos tendrán más plástico que peces, las aves lo habrán ingerido y, luego, nosotros también. ¿Qué edad tendrás? ¿Y tus seres queridos?

En 2019, perdimos 9 millones de hectáreas en los incendios en la Amazonia, Australia y California. Vidas humanas y biodiversidad se han perdido también en guerras, desastres y pandemias. Hace unos días, António Guterres, secretario general de la ONU, señaló que terminamos el año con grandes tensiones internacionales, pero avanzando en la dirección correcta en varios puntos de conflicto. Sin embargo, todo eso ha cambiado; la escalada de tensión ha vuelto y las resoluciones del Consejo de Seguridad se violan tan pronto se adoptan.

Entonces, ¿cómo ofrecer servicios de salud, infraestructura o transporte, y garantizar la educación a esta población en crecimiento? ¿Qué consumo energético podrá sostenerse y aire limpio respirarse? ¿Se puede acabar con el desperdicio de alimentos y la hambruna? ¿Cómo empatar empleos dignos y bien pagados con jubilaciones justas? ¿Cómo promover la paz entre economías desiguales (2) y comunidades desplazadas? ¿Cómo asegurar la equidad de género y el respeto de los derechos humanos? ¿Cómo vivir en equilibrio sin caer en la “eco-ansiedad”? ¿Cómo acercar la tecnología para el bienestar de la mayoría, especialmente aquellos en vulnerabilidad? ¿Cómo los niños, las mujeres, la juventud, los pueblos originarios y las personas con discapacidad encajan en esta composición? ¿Se instalará una economía circular a tiempo?

No hay respuesta fácil. Hay cientos de iniciativas locales e internacionales, públicas y privadas, para promover una agenda global de desarrollo enfocada en las personas, el planeta, la prosperidad, la paz y las alianzas. Se trata de promover un desarrollo social, económico y ambiental basado en la Agenda 2030 y sus Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Pero hay más allá, mucho más allá de la Agenda 2030.

Desde su fundación en 1945, las “décadas de desarrollo” de la ONU (con todo y el debate sobre desarrollo, progreso y crecimiento) han procurado esfuerzos tan ambiciosos como complejos ante un mundo cambiante. La cooperación internacional para el desarrollo ha sido nombrada asistencia y también ayuda –seguida por la propia fatiga de esa ayuda.

Es decir, por siglos ha habido solidaridad entre los países, acompañamiento, financiamiento, fortalecimiento de capacidades, intercambio de experiencias y mejores prácticas, ciencia conjunta, etc. Pero, la pobreza sigue y la sobreexplotación de los recursos naturales arrasa, entre otros flagelos. La cooperación se va ajustando al marco histórico, social, político y cultural. Recursos hay; sin embargo, no son suficientes ni siquiera combinados. El costo de la inacción es más alto.

El escenario no solo es un rompecabezas de millones de piezas. “Las tensiones geopolíticas, la crisis climática, la desconfianza a nivel mundial y el lado oscuro de la tecnología pueden poner en peligro nuestro futuro común en todos sus aspectos”, señaló Guterres con respecto a sus prioridades para 2020.

De ahí que estemos frente a la enorme oportunidad de instrumentar una cooperación internacional articulada, flexible, transparente y ágil – entre todos los actores. Sigue habiendo espacio para empatar intereses con colaboración. Urge viajar menos y coordinarnos más y mejor: sociedad civil, instituciones de educación superior, gobiernos en todos los niveles, sector privado y, desde luego, las personas. El esfuerzo de todos es crucial. No hay espacio para los escépticos en esta urgencia. No habrá una “solución” feliz por más idealista que se sea. Debe haber –y existen las bases– una verdadera innovación financiera, energética y social. Se necesita coordinación, cohesión y coherencia.

Hay una cuarta parte de la población que no ha cumplido los 30 años, está más conectada que antes, pero, a la vez, enfrenta enormes retos de vivienda y trabajo. Los jóvenes están ávidos de reclamar un futuro que les pertenece y que el pasado les ha amenazado. Necesitan un planeta en el que plantearse el porvenir. Son la mayor fuente de esperanza. Es nuestra responsabilidad acompañarlos en el proceso con orientación, capacitación, oportunidades e incentivos.

@neydimexico
@institutomora


Coordinadora Académica de la Maestría en Cooperación Internacional para el Desarrollo del Instituto Mora. Tiene amplia experiencia con organismos internacionales, gobernanza global, negociaciones, y financiamiento al desarrollo, colaborando desde gobierno federal, organizaciones civiles y sector privado. Ha impulsado a la juventud por medio de iniciativas nacionales e internacionales. Voluntaria YMCA y profesora en la Universidad Anáhuac Cancún.

1 United Nations, World Population Prospects 2019. Highlights, New York, 2019.

2 El Informe de Desarrollo Humano 2019, recién lanzado en Ginebra, se dedicó precisamente a la desigualdad.

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