Una noche en la Tarahumara, le pregunté al padre Blanco qué veía en el racimo de estrellas que teníamos sobre nosotros. Las miró un momento con sus ojos escrutadores y pugnaces detrás de los lentes y contestó en un tono dulce y convincente:

—Vida.

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El alma también puede ser seducida y penetrada.

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Sólo te salvas en la medida en que trabajas para los demás. O simplemente, en que escuchas a los demás.

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La ansiedad es mala compañera para el artista.

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El hombre es lo que cree olvidar.

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