Carlos Pellicer hizo un viaje a Florencia para conocer a Giovanni Papini, a quien admiraba de sobremanera. Hizo una cita con él pero, cuando esperaba en una pequeña sala y escuchó los pesados pasos del escritor bajar las escaleras, sintió una emoción tan grande que prefirió pedir una disculpa a la asistente que le había abierto la puerta y se marchó.

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¿Cómo conciliar nuestra rebelión de “adentro” con nuestra rebelión de “afuera”?

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Creyentes o no creyentes, morimos con sentimientos de temor y de esperanza.

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La ventaja del encierro —sobre todo si estamos solos— es que nos obliga a saber quiénes somos… o nos muestra que en realidad no somos nadie.

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Cueste lo que cueste, habría que acercarse siempre a lo maravilloso.

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