La única actividad en la vida en la que el amor es intransferible es el . El amor por unos colores, un escudo, una playera, una entidad, no tiene límites. Los aficionados son capaces de cualquier cosa. En su momento, la rivalidad entre el IPN y la UNAM era la más fuerte de nuestro país; incluso esta pasión se llevó a la pantalla grande.

En el futbol, hay casos como el del Veracruz , franquicia que ha padecido varios descensos y desapariciones; es una relación amor-odio entre la prensa, aficionados y el propio equipo. Mismo caso del Atlas , que lleva casi 70 años sin ser campeón y la afición ahí sigue, fiel, al pie del cañón. Y no se diga la del Cruz Azul : pisoteada, humillada, violentada, y ahí está, fiel, ilusionándose.

Hay películas, como “Rudo y Cursi” , en la que se parafrasea el amor al futbol. Así es el deporte: amor, pasión, pelea, decepción, ilusión, engaño y demás. Usaré el fragmento de un escrito de mi amigo Luis de Llano Macedo , llamado “Futbol Fenómeno”, en el que habla claramente de esto. “En el futbol, coexisten los sentimientos más puros y el subconsciente animal; rivalidad, celos, lucha, fracaso, solidaridad, envidia, fanatismo, heroísmo y perdón... Los gatillos genéticos que impulsan a lanzarnos a la conquista de alguien o algo que nos asegure la preservación de nuestro estatus, de grupo, especie... De nuestro equipo, de nuestra camiseta”.

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“Más allá de la naturaleza humana, el futbol tiene un poder espiritual... Si pudiéramos contabilizar el número de fieles que visitan un templo, o el número de aficionados que acuden al campo, las estadísticas nos dejarían ver —sin duda alguna— que una pelota en conflicto tiene mayor poder de convocatoria que el temor al infierno”.

El deporte es amor, amor puro, doloroso, de pesadilla, en luna de miel, de ilusión, de decepción, en abandono y en orfandad. Todo eso es el deporte, y no se cambia por nada del mundo, no se guarda en una alacena o en un clóset, se guarda en el corazón, se tatúa en la piel, se refleja —a veces— en el nombre de los hijos, en los colores de nuestra vida, en la forma de ser, pensar y actuar.

Hay aficionados que heredan este amor. Llevan, como si fuera una ceremonia, por primera vez a sus hijos al templo, que es el estadio, y eso permite heredar los colores. Nada logra esto, sólo el deporte, en en que el amor y la pasión —sin duda— son los jugares principales.

@husseinforzan

 
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