Diciembre siempre llega con la promesa de tregua, amor y paz para todo el mundo. Luces, villancicos, buena fe (fingida) y la obligación social de sonreír, aunque el año haya sido un desastre. Sinceramente yo ya estaba instalado en el espíritu navideño y haciendo un esfuerzo consciente por esquivar las contrariedades y frustraciones que me rodean.

Pero la realidad decidió meterme el pie. El América eliminado desde hace semanas, el Toluca bicampeón y los Vaqueros de Dallas prácticamente fuera de los playoffs. Con ese combo, que se combina con las nulas invitaciones a las posadas, pedí licencia y regresé a mi papel del diablillo de la pastorela que quiere arruinar la Navidad. Eso del Grinch ¿qué?

Es que apenas la semana pasada te conté sobre los Héroes del IFT, estos personajes que reclaman el pago de una supuesta liquidación pese a que ya cobraron su finiquito gracias a un jugoso seguro de separación financiado por ellos mismos junto con el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT). Si, los héroes del organismo que hoy evocan como si hubiera sido una víctima del sistema y no una institución que durante años operó con privilegios difíciles de justificar ante los ciudadanos.

Los beneficiarios de la llamada “Beca IFT” no eran empleados de carrera. Ingresaron por libre designación, sin pasar por el Servicio Profesional de Carrera, sin los derechos completos y, sobre todo, sin la estabilidad que hoy dicen haber perdido. Aun así, ahora reclaman como si hubieran sido despedidos de una empresa familiar en quiebra, ignorando convenientemente los cheques ya cobrados.

Pero Mis Amigos Chismosos (MACH), siempre bien informados, me cuentan que los líderes del Heroico Cuerpo de Exdirectores del IFT ya abandonaron la peregrinación. El viernes pasado (dicen MACH) se fueron a sus casas, o de plano a vacaciones. Me aseguran que cada día son menos los que siguen sosteniendo la bandera de la épica resistencia burocrática.

Eso sí, antes de arrancar formalmente el maratón Guadalupe-Reyes, tuvieron un último gesto de liderazgo. Pidieron a los extrabajadores beneficiados el compromiso de donarles 10% de lo que lograran cobrar gracias a sus gestiones. ¿Donarles? ¡Ay, ternuritas! La explicación fue tan conmovedora como pragmática pues dicen que el desgaste, la mediación y el contacto con los medios cuestan. Al parecer el altruismo también factura.

Según sus propios cálculos, esa vaquita podría dejarles unos 900 mil pesos en la primera ronda. Un aguinaldo nada despreciable para cerrar el año con espíritu solidario. El problema es que la realidad volvió a intervenir. De los primeros 133 convocados, varios respondieron con un educado pero firme “no, gracias”. El heroísmo tiene límites, sobre todo cuando incluye un diezmo.

Con esos rechazos, el grupo ya se redujo a menos de 90. Y así, mientras el discurso público habla de derechos laborales y justicia institucional, en el fondo asoma la vieja costumbre mexicana de confundir la gestión con el negocio y la causa con la colecta. Perdón, pero a veces el diablillo no puede quedarse callado, ni siquiera en Navidad.

Logística 4.0

La logística mexicana ya entró en modo cuenta regresiva para 2026. Esta industria ya identificó tres dolores que no se quitan con pomadas, es decir, una infraestructura que no alcanza para el ritmo del nearshoring, una digitalización a medio camino que promete visibilidad en tiempo real, pero sigue trabajando con neblina, y una escasez de talento que no se resuelve con cursos exprés de Excel avanzado.

El primer problema es físico y brutal. Carreteras, puertos, cruces fronterizos y parques industriales cargan más mercancía de la que fueron diseñados para soportar. La relocalización industrial no pidió permiso y llegó con camiones, contenedores y cronogramas apretados. El segundo es tecnológico. La cadena de suministro aún opera con información fragmentada justo cuando el mercado exige saber, aquí y ahora, dónde está cada pieza, cada pallet y cada retraso. El tercero es humano y quizá el más incómodo pues faltan perfiles que entiendan datos, automatización y logística 4.0.

Lo peor es que en 2026 coincidirán dos eventos que pondrán a prueba la elasticidad del sistema, la revisión del T-MEC, y el Mundial de futbol. No es metáfora, son millones de personas que se mueven, comen, compran y exigen puntualidad.

Por eso la industria habla de anticiparse, modernizarse y dejar de reaccionar tarde. En esa lógica ya se prepara The Logistics World Summit & Expo 2026, que reunirá en marzo, en la Ciudad de México, a miles de ejecutivos, expositores y tomadores de decisión. Más que feria, será una sesión intensiva de terapia colectiva para una cadena de suministro que ya entendió que improvisar salió demasiado caro. Atentos.

También es techie

Sí, ya sé. Aquí no hay inteligencia artificial, ni apps, ni pantallas. No suena digital ni sexy. Pero también es tecnología. Y de la que sí mueve industrias completas, no sólo likes. Mientras medio mundo discute sobre algoritmos, la industria alimentaria enfrenta un problema más terrenal ¿cómo vender comida de forma práctica, eficiente y sostenible sin que el envase se convierta en el villano ambiental de la historia?

Ahí entra Tetra Pak, la empresa que nos recuerda que la innovación no siempre brilla, pero sí resuelve. Su propuesta se llama Tetra Recart, un envase de cartón pensado para productos que van desde vegetales y frijoles hasta sopas, caldos y comida para mascotas. Nada glamoroso, pero absolutamente cotidiano. Justo donde se toman decisiones de compra todos los días.

El envase promete larga vida en anaquel, apertura fácil, sin cuchillos, sin accidentes domésticos, y la posibilidad de volver a cerrarse. No es casualidad que cerca de 80% de los consumidores lo prefieran después de probarlo.

Para las marcas, el atractivo no está sólo en el discurso verde. El diseño ligero y rectangular optimiza almacenamiento, transporte y logística. Minoristas en Europa, Sudamérica y Estados Unidos ya lo usan porque permite ahorrar hasta 30% del espacio en anaquel. En retail, eso equivale a dinero contante y sonante.

En sostenibilidad también hay números. El envase está compuesto en 72% por cartón de fuentes renovables y puede reducir hasta 85% su impacto climático frente a alternativas tradicionales. No es filantropía, es estrategia.

Al final, Tetra Recart demuestra algo incómodo para la narrativa tech. La innovación más relevante no siempre se descarga, a veces se abre, se sirve y se guarda en el refri. Y eso, aunque no suene sexy, también es tecnología.

*Columnista y comentarista

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