La oscuridad parece ser la constante de los organismos internacionales en épocas del Covid-19. Sorprende que varios mexicanos encabecen estas agencias y que otros se perfilen a liderarlas en un momento nebuloso para la diplomacia mundial y la mexicana.

La ONU, la OCDE, la OMC y otras agencias cruzaron por las sombras. Fueron criticadas en 2019 y sufrieron de enfermedades también en 2020. Mucha gente se enteró que existía la Organización Mundial de la Salud sólo por el Coronavirus y por la necesidad de una vacuna. Incluso hay gobiernos que cuestionan su utilidad y que quieren dejar de pagar sus cuotas.

Jesús Seade se presenta como un candidato mexicano que busca sanar a la Organización Mundial de Comercio. El organismo, encargado de conciliar conflictos comerciales, fue víctima reciente de desacuerdos entre Estados Unidos y China, la crisis atenuada por el coronavirus y un desencanto mundial ante los órganos multilaterales. El brasileño Roberto Azevedo decidió renunciar como director de la OMC y dejarla este mes de agosto, con la esperanza de que un nuevo liderazgo reactive de resolución de disputas, razón para la que la agencia fue creada. Entre tanto, la OMC prevé que el comercio mundial disminuya entre un 13 y un 32% en 2020, tras el impacto económico de la pandemia.

Seade es un especialista comercial que entiende a fondo a China, Estados Unidos, los acuerdos y disputas en cada continente, así como los telones diplomáticos de Ginebra. Es conocido por concluir las negociaciones del T-MEC, el acuerdo norteamericano que sustituyó al TLCAN. La competencia para liderar la OMC no es sencilla, ya que sus contendientes, en especial las africanas, los asiáticos y los europeos, pueden apelar a apoyos y votos de distintas regiones que se sienten poco representadas. De ganar la contienda, este promotor del comercio enfrentará no sólo los estragos económicos del Covid-19, sino la tarea de aplicar normas que irritan a varios gobiernos celosos de su soberanía y un desdén generalizado a la globalización que ya ha sufrido Azevedo.

José Ángel Gurría es el mexicano con más presencia en el sistema internacional. Estar al frente de la OCDE por 14 años le ha permitido vivir distintas crisis mundiales y trabajar con más de 200 mandatarios y líderes globales en épocas de bonanza, recesión y decrecimiento. Gurria podría ser considerado como la “linterna verde” de la cooperación económica y el desarrollo. Fue reelecto para un tercer mandato. Ha sido reconocido por promover la gobernanza, la medición de resultados de los gobiernos, pero, sobre todo, por ampliar la membresía de la OCDE, destacar la importancia de las clases medias y el combate a la pobreza en el Centro de Desarrollo (DEV) de la misma institución.

Agustín Carstens encabeza el Banco de Pagos Internacionales (BIS) desde diciembre de 2017. A nivel mundial se le distingue como defensor de la autonomía de los bancos centrales, labor que enfatizó en México. Es un negociador de los espacios financieros y bancarios, quizá por ello sus logros diplomáticos son menos famosos que los de figuras como Rosario Green o el Nobel Alfonso García Robles. En el aniversario del BID, el pasado junio, Carstens transmitió un mensaje global que cada vez hace más sentido: “2020 pasará a los anales de la historia. En enero y febrero, las perspectivas a corto plazo parecían brillantes -hasta que se desató la pandemia de Covid-19-. En todo el mundo, el producto ha registrado las caídas más pronunciadas desde la Gran Depresión”.

Alicia Bárcena es una mexicana que encontró la cúspide de su carrera en un momento en que América Latina estallaba ante las desigualdades. 2018 y 2019 fueron años de protestas sociales y políticas en la región, incluso en economías que se consideraban exitosas como Brasil, México y Chile. Bárcena es la Secretaria Ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y enfatiza que la región ha sido lenta en modernizarse como sí lo han hecho los asiáticos. “América Latina ha perdido dos trenes: el de la política industrial y el de la innovación.” Somos desiguales pero además poco productivos.

La mexicana que destaca y que no está dentro del ámbito económico es Patricia Espinosa. Cuando Chile canceló la cumbre climática COP25 en octubre de 2019, la encargarda de la ONU mostró su manejo político para replantear el encuentro en España y libró las discusiones climáticas más largas de la historia. Además de los representantes de gobierno y el Secretario General de la ONU, la diplomática reunió a científicos, medios, activistas y agentes no tradicionales como la “influencer” Greta Thunberg.

La dirección de la Organización Mundial de la Salud no está vacante, pero si lo estuviera, el doctor Julio Frenk sería un fuerte candidato. Finalmente, en la Organización Internacional de las Migraciones no hay mexicanos a la cabeza, si bien el país es un protagonista de las migraciones globales.

Son nuevos tiempos para la diplomacia. Los economistas y negociadores de México son reconocidos fuera de su país. Hay más mujeres en puestos directivos. Pero faltan diplomáticos mexicanos en organismos internacionales y en áreas clave como salud, migración y transferencia de tecnología.

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